miércoles, noviembre 06, 2013

El Aparatito Lumiere VIVIR ES FÁCIL CON LOS OJOS CERRADOS





*** y 1/2

Una excelente noticia: pese a la crisis, el cine español sigue adelante con películas más que aceptables y buenas historias. Es cierto que en los últimos años difícil es llegar a los niveles excelsos de Blancanieves pero los mejores directores españoles ponen su empeño y su buen hacer para entregarnos películas tan encantadoras como Vivir es fácil con los ojos cerrados, que sin llegar a ser ninguna obra maestra sabe como convencer a espectadores exigentes y contentar al gran público. David Trueba, de ilustre familia cineasta, parece decidido a enderezar una filmografía que ha resultado irregular pese a sus prometedores inicios allá a mediados de los 90 y tras la también más que convincente Madrid 1987 (2011) consigue con esta comedia dramática consolidar sus principales armas cinematográficas: una buen pulso narrativo, magnífica dirección de actores y un dominio de el elemento costumbrista cargado de total credibilidad, todas ellas características que de un modo u otro comparte con su hermano y maestro Fernando. Una interesante y emotiva parábola de la historia reciente de España, concretamente del Franquismo en los años 60, que pone su foco en los sentimientos de las personas en una época en la que la falta de libertad y la represión a todos los niveles había creado un paisaje humano frustrado y confuso que ya a finales de los 60 estaba dispuesto a no seguir cruzado de brazos buscando la libertad como fuese posible. Aquí la libertad adquiere su metáfora en la huida, la búsqueda de espacios abiertos, la ruptura con las ataduras y la música de de los Beatles, esta última una vía de escapatoria (como la música pop en general) que muchos españolitos descubrieron en aquellos años.

Por increíble que parezca, la película se basa en una historia real, la de un profe de inglés de primaria manchego fan de los Beatles (y que enseñaba a sus alumnos inglés con las canciones de al banda de Liverpool) que viajó a Almería a finales de 1966  para conocer al mismísimo John Lennon, que rodaba allí Como gané la guerra de Richard Lester. En el filme, el apacible, ingenuo pero decidido y de firmes convicciones Antonio (Javier Cámara, sensacional) viaja con dos acompañantes casuales que simbolizan las miserias y esperanzas de la juventud española del tardofranquismo: Belén (Natalia de Molina), una muchacha de 20 años soltera y embarazada que huye de la estricta residencia para madres solteras donde se encontraba internada y  Juanjo (Francesc Colomer), un adolescente de 16 años que se ha escapado de casa debido a las imposiciones de un padre autoritario arquetipo de la época (Jorge Sanz). Los dos jóvenes sin rumbo fijo y el maestro idealista y apasionado llegan a una Almería de provincias depauperada y miserable que es fiel reflejo del infierno moral ibérico de una época para olvidar. Zafiedad, incomprensión y odio al diferente representado por los lugareños que chocan con los anhelos de felicidad (aunque sean en sentido mínimo dentro del difícil contexto particular de cada uno) de los forasteros, solo comprendidos por el tabernero catalán (Ramón Fontseré) un descontextualizado elemento que parece haber encontrado a su manera la paz consigo mismo y con el entorno circundante. Con ciertas curiosas reminiscencias western (no hay que olvidar que estamos en Almería), un exquisita sensibilidad que no cae en ningún momento en al ñoñería, y una buena combinación del intimismo, la anécdota y el costumbrismo la película logra su propósito de trazar una modesta pero efectiva fábula generacional sobre aquellos que comenzaron a luchar por el cambio desde la ensoñación y el idealismo y en ese sentido los mismos Beatles (y John Lennon en particular) actúan aquí como indirectos inspiradores ideológicos de los personajes de este filme. Una cuidada ambientación de la época y sentidos homenajes al cine y la música de entonces enaltecen una película pequeña pero brillante con bastantes buenos momentos.  Opción bastante recomendable