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En
2002 el director francés Cedric Kaplisch convenció a media Europa con su
comedia Una casa de locos (L`auberge
spagnole ) simpática visión de las dudas vitales de los universitarios en
un entorno tan peculiar y revelador por sus connotaciones de globalidad
socio-cultural y humana (y todo lo que implica) como el de una residencia con
estudiantes de Erasmus. Aquella película ambientada en Barcelona y
protagonizada por jóvenes actores y actrices de diferentes nacionalidades
descubrió a un nuevo valor como era entonces Romain Duris, que hacía suyo el
personaje de Xavier Rousseau, una mezcla entre el Dustin Hoffmann de El Graduado, Michael J. Fox y Marcelo
Mastroianni y en definitiva una interpretación y un personaje encantador. Así,
las peripecias vitales de este joven parisino han tenido continuación, primero
en la también efectiva aunque mas melodramática Las muñecas rusas (Les poupées russes) (2005) y ahora en esta Casse-tète chinois, un filme al igual que
el anterior de la trilogía bastante diferente en tono y pretensiones que L`auberge spagnole pero tal vez el mejor
de los tres. Queda patente que la saga ha devinido en un correcto y efectivo
retrato del proceso de maduración personal y emocional de un hombre de la
quinta del 74 con un contexto globalmente internacional en cuanto a lugares y
personas en su vida. Así, esta tercera entrega se encuentra ambientada entre
París y Nueva York (en las anteriores Barcelona, Londres y San Petesburgo cumplieron
papeles centrales) y el mensaje a grandes rasgos vuelve a ser el mismo: todos
los humanos de cualquier parte somos iguales, igual de brillantes, negados,
imperfectos, hábiles, románticos, imprecisos, etc. Y todos nos encontramos con
los mismos problemas a la hora de encontrar la felicidad. Este es el dilema
ante el que se encuntra el ahora cuarentón Xavier, divorciado de su esposa
inglesa y ex compañera de Erasmus Wendy (Kelly Reilly) y dispuesto a
“resetearse” en Nueva York, a donde se ha trasladado para estar en contacto con
sus hijos ya que Wendy y los chavales se han ido a vivir allí, y de paso a
consolidar su carrera como escritor.
Un tono woodyallenesco preside el filme, para bien
o para mal, en una historia entretenida y sugerente aunque irregular en su afán
de mezclar drama y comedia. Más allá de una nueva chapuza con el doblaje en
castellano (solo se oye prácticamente la lengua de Cervantes cuando en la VO se
habla inglés y francés y algo de castellano) y en el título de la película en
España (que nada tiene que ver con el original), Casse-tète
chinois cumple aunque sea raspadamente en plasmar sus intenciones de
retrato humano generacional y en mostrar lo complicado de las relaciones
interpersonales de cualquier tipo gracias a unos personajes a cercanos y creíbles
que luchan denodadamente por conseguir el equilibrio emocional en su vida.
Audrey Tautou (como Martine, la ex de Xavier) y Cecile De France (como
Isabelle, la íntima amiga lesbiana del protagonista) son otras de las actrices
que repiten con respecto a los títulos anteriores de la trilogía, cada uno con
su papel básico en la historia y con significativas sorpresas incluidas. Nueva vida en Nueva York no pasará a la
historia del cine europeo, pero es un filme agradable y bonito de ver, algo que
muchas veces se echa en falta en bastantes comedias actuales.