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Pocas
veces (ninguna prácticamente) se había llevado a la pantalla el mundo de las
expediciones a la cima del mundo, el
Everest. Huelga decir que resultaba imposible rodar allí y que el reproducir las laderas, grietas,
picos y nieves perpetuas de la montaña nepalí de 8.848 metros suponía
un esfuerzo técnico que hace unos años era impensable. Pero esta
producción británica dirigida por el islandés (ya con bagaje en Hollywood)
Baltasar Kormákur ha asumido el reto de
plasmar una trágica historia real acaecida en el Everest, la de la desgraciada
expedición de la empresa inglesa de aventura y escalada a altas cumbres
Adventure Consultants que en la primavera de 1996 costó la vida a varios
alpinistas de diferentes países con escasa experiencia en ochomiles. En
resumidas cuentas, un drama trágico puro y duro es lo que nos presenta esta
película bajo los ropajes de aventura de supervivencia. Los míticos estudios
británicos de Pinewood han servido de escenario de rodaje de gran parte de esta
película con una meritoria reproducción del Everest y muchos de sus parajes,
incluida su cima, además de otras escenas rodadas en los Dolomitas italianos y
en Nepal, concretamente en las escenas de Katmandú y Namche Bazaar. La sensación de realismo de las escenas en la
montaña es total y allí reside uno de los méritos de un filme que nos traslada a la helada cumbre del
Everest con una veracidad increíble tanto en la presentación de paisajes como
en el desarrollo de la actividad alpinista (todo cuidado hasta el último
detalle), las situaciones extremas (momentos auténticamente espeluznantes) y en
definitiva todo el fascinante mundo de las expediciones al techo de la tierra.
Pero pese a todo, Everest no deja de
ser un filme mínimamente correcto y con bastante poco margen para un retrato
realmente verídico de lo que ocurrió realmente por culpa de innecesarios
recursos melodramáticos, aunque no falta en este filme la emoción, el suspense,
la épica contenida sobre y un descomunal éxito a la hora de transmitir al espectador
un drama extremo humano que se llega a sentir en las propias carnes.
El
nutrido reparto internacional de esta película funciona de manera coral y sin
protagonistas casi con una combinación de estrellas consagradas (Jake
Gyllenhall, Emily Watson, Josh Brolin, Keira Knightley, Robin Wright, Sam
Worthington), otras emergentes (Jason Clarke, el John Connor de Terminador:Genesis) e intérpretes menos
conocidos (John Hawkes, Michael Kelly, Thomas Wright, Naoko Mori). Sin tomar
partido por ninguna de las versiones sobre los culpables de la tragedia- motivo
de controversia incluso hoy día- Everest
cumple lo que promete: ofrece espectáculo visual, conmueve y mantiene el
interés del espectador, pero no llega a entusiasmar. No obstante, es una buena
noticia que se rueden filmes como este.