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Richard
Linklater es un director que sabe ofrecer películas cada una de temática
variada que ya bien desde una vertiente independiente (como en este caso) o con
el respaldo de grandes estudios siempre tienen una impronta dentro de tal o
cual género que las hace extrañamente singlares. Después de haber firmado con Boyhood (2014) su obra maestra, el
realizador, ya un cineasta en estado de madurez, sorprende con una comedia con
tintes dramáticos que como ya hiciera con Movida
del 76 (Dazed and Confused)
(1993) uno de sus primeros filmes, plantea un ejercicio de nostalgia
ambientando la historia en el pasado reciente y haciendo de esto el espíritu
del filme , en esta ocasión en septiembre de 1980, aunque, eso si, sin quedarse
en la mera recreación retro apta principalmente para quienes vivieron dichas
épocas que tanto se estila últimamente en la ficción audiovisual. Everybody Wants Some! Al igual que Dazed and Confused plantea la influencia
de los usos, costumbres y sobre todo los ideales de una década concreta en la
consciencia de la juventud de dicho momento, en este filme personificada en un
grupo de universitarios masculinos a tres días de comenzar el curso académico.
Con la circunstancia de que estos muchachos son los miembros del equipo de
béisbol de su universidad- no olvidemos que ser deportista en las universidades
yankis confiere un estatus especial a los estudiantes ya que se puede decir que
ni tan siquiera están obligados a estudiar- y de que al testosterona fluye por
los cuatro costados en su chalet compartido no lejano al campus, lo más fácil
sería pensar en que el filme estuviese centrado en avatares amoroso-sexuales
del grupete, pero si bien esto aparece (ligoteos varios en diferentes ambientes
filmados por cierto con una veracidad y un cierto poso simbólico que es la
bomba) aquí lo más importante es el proceso de búsqueda de si mismo del
personaje destacado dentro de un reparto coral, el novato Jake (Blake Jenner)
un chaval que al principio se esfuerza por integrarse con sus nuevos compañeros
de equipo-uni y amigos tratándose de adaptar más bien torpemente (aunque
finalmente con éxito) a todo un universo comportamental y más o menos cultural
y después decidiendo que lo mejor es expandir ese un tanto desmañado y simple
universo en el preciso momento que cree encontrar a la mujer de su vida,
aún a costa de temer perder su recién
ganada posición y reputación dentro del colectivo. Es este filme por ello una
historia de maduración a pequeña escala que no obstante no se queda solo en
ello e indaga de una manera curiosa las relaciones interpersonales y los
anhelos de la juventud, universales e inamovibles en todas las épocas.
La
película combina magistralmente todos los elementos esperables en una comedia
coral (gags ingeniosos, diálogos muy trabajados, situaciones desternillantes,
algunos personajes muy cómicos) con un poso descreído y amargo que pone énfasis
en lo lerda que aún era la peña a principios de los 80 sobre todo en el tema de
las relaciones de pareja y en el reparto de roles masculinos y femeninos,
haciendo por ello un ejercicio de curiosa presentación de amor-odio a una época
del siglo XX donde la necesidad de
encasillamiento (tribus urbanas) era fundamental en el proceso de encontrarse a
uno mismo aunque sea solo de cara al exterior. Una curiosa fotografía más
videoclipera que ochentera firmada por Shane F. Kelly (el mismo de Boyhood) y una banda sonora con temas
históricos de The Knack, Blondie, Devo, Queen y varios hits de la era Disco
realzan esta perfectamente ambientada cinta que una vez más señala que la
nostalgia en el cine puede ser viable si es bien trabajada.