*** y 1/2
Lo que hace bueno a un drama muchas veces es la
sencillez con que se plantea y se resuelve, y en ese sentido este filme español
realizado con pulso y sensibilidad por Ibon Cormenzana triunfa no solamente por
llevar a buen puerta la premisa anteriormente mencionada sino por conseguir una
historia sólida y conmovedora a partir de un difícil material de partida. Ayudado
por un reparto espléndido, el realizador (y también productor de otros filmes) vizcaino
realiza un trabajo esplendido con los ropajes de película modesta, un drama de
sentimientos surcado por la inestabilidad psicológica y el amor por los seres
queridos. Un enorme actor como Roberto Álamo fascina con su composición de Marcos,
un bombero que tras el shock postraumático de la pérdida de su mujer Sandra (Maggie
Civantos) es incapaz de reconocer sus propios sentimientos y los de los demás
llegando a poner en serio peligro no sólo su propia estabilidad mental sino su relación
con su hija Lola (Claudia Placer), al convivencia con sus amigos y su trabajo.
Precisamente un desdichado suceso cumpliendo su cometido como bombero llevará a
la decisión judicial de internarla en un psiquiátrico, donde una joven psicóloga
(Manuela Vellés) intentará reconducir su situación con cariño y dedicación
mientras que el director del hospital (Pedro Casablanc) parece tener una especial
inquina con Marcos, quien no se explica ni que hace allí ni parece encontrar la
mejor manera de volver a ser el que era.
Este es un dramón puro y duro, sin cortapisas ni
concesiones, centrado en la vivencia del sufrimiento personal a bastantes
niveles. La película no cae en ningún momento ni en lo fácilmente lacrimógeno ni
en momentos impostados pero deja sin aliento al espectador. El mundo de los
sentimientos y lo difícil que es realmente canalizarlos y que sean útiles es lo
que desgrana una película inteligente y muy sólida en donde se demuestra lo desvíos
que son los buenos intérpretes para empresas cinemtográficas complicadas.