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El actor metido a director Zach Braff intenta ganar
enteros en esta última faceta con este drama costumbrista que pese a alguna
irregularidad consigue ser un filme sólido. Mucha de la culpa la tienen sus dos
protagonistas quienes otorgan credibilidad y emotividad a una historia no
excesivamente original pero que de la mano de la cada vez más realidad que
promesa Florence Pugh y del veterano Morgan Freeman el componente emotivo
consigue brillar con un nada desdeñable fulgor. El sentimiento de culpa y la
lucha por sobrevivir en la tragedia y todo lo que esto puede conllevar de
manera negativa es lo que toca el filme, más centrado en la relación entre los
personajes y su intercambio de vivencias, sensaciones y en definitiva su
evolución emocional que en mostrar un gran drama con todas sus aristas, lo que
a veces conlleva la sensación de que todo está tratado de una manera poco
ambiciosa y más bien reiterativa, pero la lucidez en una historia más bien
agria y a ratos desesperanzada se impone finalmente.
Allison, una joven con un futuro brillante como cantante y compositora a punto de casarse con Nathan (Chinaza Uche) sufre un accidente automovilístico por una negligencia suya junto con sus futuros cuñados (la hermana de Nathan y su marido) en la que estos mueren. Un año después, con la relación con su novio rota Allison vive prácticamente recluida en su casa y es adicta a pastillas y antidepresivos empezando a coquetear con drogas más duras. Desesperada, se inscribe en un grupo terapéutico en el que coincide inesperadamente con Daniel, el padre de Nathan, quien se ha quedado con la custodia de Ryan (Celeste O´Connor) su nieta adolescente huérfana. Daniel parece dispuesto a perdonar e inicia una difícil relación de amistad con Allison mientras que a Ryan inicialmente la llegada a su vida de su fallida futura tía y responsable de la muerte de sus padres no le hace mucha gracia. Todo será una dura prueba tanto para Alison como para Daniel. Lo mejor del filme son varias tensas escenas entre Plugh y Freeman que ambos resuelven con más que solvencia y lo en serio que se toman ambos sus papeles. Es cierto que el filme avanza por la senda previsible en cuanto el argumento, pero también se esfuerza en ofrecer hábiles ejercicios de imagen en algunas escenas y recursos de cine independiente que nos indican que Braff no pretende ser un cineasta del montón. Un film para degustadores de dramas cotidianos y creíbles.