*** y 1/2
Se puede arriesgar e innovar con muy poco y esto es lo
que demuestra esta película, un pequeño gran drama psicológico intimista con la
sexualidad femenina como fondo que sorprende por su estilo directo, por su realismo
cotidiano y sobre todo por tocar ciertas temáticas que vistas en pantalla
pueden resultar crudas, poco atractivas e incluso desagradables. Elena Martín Gimeno
dirige y protagoniza esta cinta rodada en catalán que trata de analizar las consecuencias
emocionales, psicológicas y sexuales en una mujer de treinta años de una enfermedad
urticante aparentemente psicosomática que padece desde niña al tiempo que trata
de esclarecer sus causas -remotas en el tiempo, obviamente- con todo un mundo
de problemas afectivos y de otra índole por medio a lo largo del tiempo y que
en el momento actual se plasman en una crisis de pareja. Martín Gimeno como directora
sabe llevar una historia tan poco cómoda por terrenos muy sutiles y sin
renunciar al apunte costumbrista -el entorno familiar y de amistades de la
protagonista cumple un papel fundamental en el relato- con un luminoso tono
mediterráneo (ya visto en otras producciones catalanas de los últimos años pero
que continúa siendo gratificante), además de trazar un mensaje especialmente
dirigido a las mujeres aunque en realidad asumible a ambos sexos. Como actriz,
en su papel de Mila en cambio no se la ve demasiado potente en su rol dando la
sensación de que en ocasiones se queda un poco atrás en sus pretensiones de
transmitir una psique angustiada, dubitativa y a veces desquiciada; con todo su
esfuerzo en ambas funciones debe ser elogiado.
Una joven que en muchas ocasiones no puede disfrutar del sexo por su dolencia o por todo lo que gira alrededor de ella y el maremágnum de causalidades y circunstancias que rodean (y rodearon) a su mal solo puede ser un personaje atormentado y con el que el público no empatice, pero Mila se esfuerza por reconducir la maltrecha relación con su marido Marcel (Oriol Plá) con pequeños éxitos a veces pero fracasando en más ocasiones mientras en su vuelta al pueblo donde pasó sus veranos de niñez y adolescencia rememora hechos pretéritos y se reencuentra con cierta esperanza con amigos y personas de su pasado. El uso de flashbacks que nos muestran a una Mila quinceañera (Claudia Malagelada) y de cinco años (Claudia Borrás) enfrentándose a hechos claves que marcarán su vivencia y percepción de su sexualidad es de lo más logrado del filme, un recurso que nos lleva a contestar muchas preguntas que hasta entonces no tenían respuesta en una película que precisamente se caracteriza por no ser demasiado explícita en lo concerniente a su protagonista. Por todos estos elementos que hemos mencionado antes, el guión de Creatura es una delicatessen que sabe tratar con mimo y cuidado los a veces inquietantes recovecos de una vida sexual insatisfactoria (la relación paternofilial resulta clave) y un rechazo del propio cuerpo y del erotismo en general sin caer en lo sórdido ni en lo sensacionalista y con un mensaje final optimista. Se perciben ciertas influencias muy vagas pero sugerentes del Polanski de Repulsión o por que no de un hipotético David Cronemberg hiperrealista, pero la película es una obra totalmente original, claramente desde el punto de vista femenino y sobre todo muy honesta.