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La esperada adaptación del famoso best-seller homónimo de Patrik Suskind no solo ha resultado ser una digna adaptación de la novela original, sino que es toda una obra maestra que sabe ponerse a la altura de la novela original ofreciendo un espectáculo cinematográfico absolutamente memorable. Una supercoproducción europea, en parte rodada en España, en Barcelona concretamente, dirigida por el alemán Tom Tykwer quien realiza un trabajo absolutamente encomiable en todos los sentidos. Realmente, parece que ha sido rodado en pleno siglo XVIII, la época en la que se desarrolla la acción, tal es lo logrado de su ambientación, cuidada hasta el más mínimo detalle en cuanto a vestuario, escenarios, decoración, atrezzo, en fin, magnífico. Por no hablar de la espectacular fotografía de Frank Grienbe, la escenografía, y sobre todo de una soberbia adaptación del guión en base a la novela de Suskind, obra de propio Tykwer junto con otros dos guionistas: la elegancia con que esta narrada la historia no puede ser mayor. Una buena muestra de cómo se puede adaptar en imágenes una narración magnífica sin que pierda un de su espíritu.
Publicada en 1985 en alemán (su autor es suizo), pero traducida pronto a infinidad de lenguas, El perfume es algo mas que un best seller ya que esta considerada una de las grandes obras de los últimos 25 años. Una novela tal vez demasiado ambiciosa, ya que trataba de tocar todo tipo de temas y saberes de la época de la ilustración (el siglo XVIII), desde la psicología al derecho, que al igual que El nombre de la rosa hacía envolver ciertas profundidades en un ropaje de thriller, narrando la historia del joven perfumista francés Jean-Baptiste Grenoulle, quien en busca de la consecución de un perfume ideal se convierte en un sádico asesino. A principios de los 90 Stanley Kubrik ya quiso llevar el libro a al pantalla, pero no se decidió a rodar el film. Posteriormente Spielberg, tras la muerte de Kubrik, retomó el proyecto y estuvo a punto de rodarla, pero no le gustó el primer guión adaptado que se hizo. Por fin, se ha conseguido llevar a la pantalla la obra y con dinero y equipo técnico exclusivamente europeos, con unos resultados sencillamente sensacionales. Un relato oscuro, tremendista y truculento, también extravagante y bizarro con un cierto poso fantástico y también erótico, todo basado en el sentido del olfato que en su protagonista se encuentra hiperdesarrollado. Todos estos elementos aparecen magníficamente unidos en un espectáculo visual y narrativo total, en donde un sentido que no percibimos los espectadores, el del olfato, acaba por adueñarse de toda la historia y casi podemos oler nosotros toda la amplia gama de olores que se describen (con palabras o visualmente) en el filme.
El joven Jean-Baptiste Grenoulle, interpretado por el prometedor actor británico Ben Wishaw ha vivido los primeros 20 años de su existencia en la más absoluta de las miserias en el París de mediados del XVIII, abandonado por su madre siendo un bebé, criado en un lúgubre hospicio y luego trabajando como un esclavo como curtidor. Pero desde su accidentado nacimiento en el puesto del mercado que tenía su madre como pescatera, Jean Baptiste desarrolló el sentido del olfato como ningún otro mortal lo había hecho antes, descubriendo en su infancia que podía oler y captar absolutamente todo descubriendo así su esencia. Grenoulle conocerá el mundo y todos sus misteriso a trañes del olor. Obsesionado con captar la esencia y lo fundamental de cada cosa a través del sentido olfativo, el joven Grenoulle descubre al belleza a través del olor de una joven vendedora de ciruelas a al que mata con el fin de atraparlo y poseerlo, pero no puede hacerlo. El muchacho descubrirá el mundo de los perfumes a través del mejor fabricante de perfumes de París, el italiano Giuseppe Baldinni (Dustin Hoffman), con quien entra a trabajar como discípulo en su taller. Desengañado por que la técnica de la destilación le ha revelado que no puede atrapar el olor de todos los elementos, Grenoulle dejará a su maestro, pese a revelarse como un gran perfumista, y emigra a la ciudad de Grasse donde se fabrican perfumes de flores por medio de la técnica del “enfleurage”. Pero una vez allí, y obsesionado con la idea de conseguir el olor mas agradable que el ser humano haya conocido jamás, el joven artesano no dudará en recurrir al crimen para hacerse con las fragancias que desprenden las mas bellas mujeres de la zona.
Aunque con un ritmo a veces excesivamente pausado, la narración y lo sugerente de las imágenes son tan sumamente espectaculares que no se puede dejar de prestar atención ni una sola vez. Paisajes espectaculares, atmósfera dieciochesca de infinidad de matices (desde la opulencia y lujo de la nobleza hasta la nauseabunda y casi escatológica miseria de las clases desfavorecidas pasando por el ambiente rústico de los campesinos o el lujo hipócrita de la iglesia) y un soberbio trabajo del reparto, sobre todo con un Ben Wishaw espectacular en un rol, muy, pero que muy complejo ya que se trata de un asesino que mata por buscar la belleza y ofrecer al mundo la esencia misma de la vida y el amor. Tampoco desmerecen Hoffman, tal vez un poco forzado, el irlandés Alan Rickman como un comerciante y prohombre de Grasse que promueva la investigación de los crímenes de su ciudad y otro descubrimiento, la joven y bellísima Rachel Hurd-Wood. Lo muchas veces estrafalario, tragicómico y extremo de la historia esta muy bien captado sin que se llegue en ningún momento al esperpento o al ridículo. En ese sentido, cabe mencionarse algunos momento especialmente nauseabundos (que no desagradables) mas relacionados con lo escatológico que con lo gore, pero filmados con total clase y elegancia, o el momento culminante de la historia, rodado en el barrio gótico de Barcelona, un prodigio de mezcla entre simbolismo y sentido del espectáculo algo salido de madre, con una alucinante orgía coreografiada por La Fura Dels Baus sobre la que circulan por ahí todo tipo de rumores relacionados con su rodaje. Al loro también con el bebé infográfico 3D de principio del filme: por increíble que parezca, no es real.
Ya tenemos una de las mejores películas del año, no se si carne de oscar o no (con las películas no americanas ya se sabe), pero lo cierto sales del cine con una cara de satisfacción que no te la quita nadie.
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