lunes, marzo 17, 2008

El aparatito de Lumiere - BUDA EXPLOTÓ POR VERGÜENZA

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Si la semana anterior nos ocupábamos de una película ambientada en Afganistán, seguimos sin movernos del conflictivo país asiático. Esta vez no estamos ante una producción norteamericana como The Kite Runner, sino ante una película de nacionalidad iraní aunque rodada íntegramente en Afganistán y con reparto de ese país. Su directora, Hana Makhmalbaf, hija y hermana de prestigiosos directores iraníes (en este país existe una pequeña industria cinematográfica que trata de lidiar con no pocos problemas), que ha dirigido este filme con ¡18 años!, aunque esto es una menudencia si tenemos en cuenta que dirigió su primer cortometraje con 8 años y su primer documental con 15. La película, pese a todo, no muestra ninguna inmadurez por parte de la directora; al contrario, es una muestra de profesionalidad tras la cámara, de habilidad en el trabajo con los actores infantiles (la mayoría en este filme), y sobre todo de una innata habilidad narrativa, contando una historia simple y sencilla de la manera mas sugerentemente metafórica posible.

Rodada en vídeo de manera casi documental, esta película de bastante corta duración (poco mas de 80 minutos), nos adentra en al región montañosa de Afganistán donde los talibanes volaron la gigantesca estatua de Buda hace unos años para eliminar cualquier vestigio de otras religiones diferentes al Islam. Cerca de allí se encuentra una poblada comunidad (y no lejos del pueblo mas cercano al destruido monumento) en donde sus habitantes, dedicados en su mayoría al pastoreo de cabras, residen en viviendas-cueva. Baktay (Nikbakht Noruz), una niña de 6 años, envidia a su vecinito Abbas (Abbas Alijome), porque este va a al escuela y sabe leer. Baktay sabe que aún le queda un año para ir a al escuela, pero ante la ausencia de su madre, ni corta ni perezosa decide también ir a al escuela y para ello pretende comprar un lápiz y un cuaderno en un tenderete de la aldea. Sin dinero, se las ingeniará de todas las maneras imaginables para comprar el material y después, para ir a la escuela. Con estructura propia de cuento infantil o fábula simbólica moralizante, lo que se nos presenta, en realidad, es una especie de metáfora infantil de la situación dramática que vive el Afganistán de los talibanes, en donde las mujeres se están llevando al peor parte: las innumerables dificultades que tiene Baktay para asistir a la escuela nos son sino una un pequeño reflejo de las dificultades cotidianas de la mujer afgana. El carácter rebelde y decidido de la pequeña, no resulta suficiente para llevar con éxito su empresa: el encuentro con un grupo de niños que juegan a ser talibanes y que pretenden “dilapidar” Baktay por “pagana” no es más que la traslación de un grave conflicto a la mentalidad infantil.

El simbolismo de muchas escenas y situaciones, donde el juego infantil esconde la influencia de la intolerancia, resulta bastante emotivo. Los pequeños protagonistas están geniales y llenan ellos solos la historia. Una película muy sencillita pero que da mucho que pensar y que es de lo mejorcito que se encuentra ahora mismo en cartelera.

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