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Se esperaba con expectación la película de una de las mejores directoras españolas del momento (para muchos la mejor), la catalana Isabel Coixet. Coixet, una directora tan personal como desconcertantemente opaca en su cine, tiene un buen nutrido grupo de seguidores pero también tiene algunos detractores, quienes le acusan de absurdamente pretenciosa. Puede que estos tengan su parte de razón, y esto se aprecia en el carácter de epopeya humana que se quiere transmitir desde Mapa de los sonidos de Tokio, un drama soberbio, exquisito y elegante a pesar de no alcanzar todas sus ambiciosas pretensiones y premisas. Una vez más Coixet ha vuelto a dar en el blanco, aunque en esta ocasión la cosa parece írsele algo de las manos. No problema, Isabel Coixet es tan buena narradora que consigue con su imponente estilo reducir a la nada cualquier fallo que en otro director resultaría cuanto menos reprobable.
Con Mapa de los sonidos de Tokio, Coixet vuelve al cine español después de su excelente aventura americana en Elegy, su obra maestra, aunque una vez más, rodando en el extranjero y con gran parte del equipo técnico y artístico foráneo. En esta ocasión deja los States para trasladarse a Japón, país cuya cultura le fascina, convirtiendo su capital en la autentica protagonista de este filme. El título de la peli nos hace pensar que el metraje va a estar lleno de ruidillos (calles, coches, gente, música, aire, zumbidos de insectos) y esa sería la intención inicial, pero en realidad los sonidos susodichos pasan desapercibidos viendo la película al menos, en un primer visionado. No obstante, parece calro que el ambiente y la atmosfera acústica y visual de Tokio son fundamentales para el desarrollo (y disfrute) de esta historia, una crónica de amor imposible entre una sicaria japonesa y su víctima catalana, en una parábola sobre las dificultades (o la imposibilidad) de muchas personas para amar. Con muy pocos diálogos y mucho sonido ambiente, una joven pescatera de día y asesina a sueldo de noche interpretada por Rinko Kikuchi (vista en Babel), cumple el encargo de un rico hombre de negocios de asesinar al ex novio de su hija, al cual el empresario nipón culpa de su suicidio. El hombre que va a morir es un catalán residente en Tokio, interpretado por Sergi Lopez, dedicado con éxito al negocio del vino en la capital japonesa. El surgimiento del amor entre ambos planteará un complicado y retorcido drama moral, tanto en los dos personajes protagonistas, por diferentes razones, como en otros secundarios.
La película hace bien en huir del tremendismo y se refugia en la anécdota, en lo fortuito y en las consecuencias concretas para mostrar las miserias de los personajes y de su situación. El recurso de un narrador-personaje secundario puede que no aporte mucho en este caso, pero en algunos omentos este se antoja como un recurso acertado. Hay momentos de desgarrador patetismo, otros turbadoramente sensuales, y otros inquietantemente melodramáticos, todos ellos con una misma gran ciudad como testigo. Si que se nota el amor de Isabel Coixet por Japón y Tokio, pero no es menos cierto que los forofos de todo lo relacionado con el país del Sol Naciente y otakus varios se sentirán decepcionados si lo que esperan es un rico retrato-postal de la ciudad. Al final, la película empieza a flojear algo y se va por los cerros de Úbeda, pero ya lo que se tenía que ver se ha visto. Una más que interesante historia.
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