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El Primer Premio en el Festival de Sitges y una unánime aclamación de la crítica arropan el inmejorable debut de Duncan Jones, quien firma una fascinante y muy lograda película de ciencia ficción hecha para amantes del género y del cine en general. Más allá de la utilización abusiva de los efectos especiales y del siempre fácil recurso de la acción gratuita, algo muy extendido en los últimos tiempos en el cine fantástico, Moom es una película hermética y pausada, sustentada prácticamente en el trabajo de un solo actor, Sam Rockwell, quien hace un estupendo trabajo. La historia es la crónica de una paranoia espacial, al estilo de Alien (pero sin extraterrestre asesino), y con ecos filosófico-existencialistas herederos de los replicantes de Blade Runner, sin olvidar cierta influencia de 2001 Una Odisea del Espacio, pero sin un ápice de la pretenciosidad metafísica de aquella película. Un escenario, la Luna, en donde en la década de 2010 y ante la falta de fuentes de energía en la tierra el hombre busca extraer su sustento energético; allí el astronauta Sam Bell está a punto de cumplir su solitaria misión trianual de minería lunar, en donde solo goza de la compañía del ordenador parlante Gertie (con la voz de Kevin Spacey, en la versión original). Unas extrañas visiones y la sensación de que hay alguien más en la base lunar, llevan a pensar a Sam que su salud mental está empezando a fallar después de tanto tiempo en el satélite. ¿Qué está pasando?
Con una utilización magistral del factor sorpresa, la película pronto presenta su verdadera naturaleza, la de una historia despistante y sesuda en donde, literalmente, el protagonista se desdobla y con él, el punto de vista del espectador; en definitiva, un prodigio narrativo inarrable. Puede resultar un poco equívoca, pero siguiendo todas las claves y atando cabos, la explicación es sencilla, aunque, los no habituados a la ciencia ficción y a algunos de sus lugares comunes (implantación de recuerdos, intereses de las grandes corporaciones espaciales, hibernación) pueden perderse un poco. Una prometedora opera prima la de Duncan Jones, que dicho sea de paso, es el hijo de David Bowie. Curioso, el primer éxito de Bowie, fue Space Oddity, la historia de un astronauta, el Comandante Tom, que no puede o no quiere salir de su cápsula espacial, la cual termina perdiéndose en el espacio. Una cierta similitud pues con partes del argumento de esta peli, aunque aquella canción era una metáfora sobre las consecuencias nefastas de la droga. Una película recomendable cien por cien y que en muchas ciudades se exhibirá fugazmente, por eso conviene ir l cine a verla cuanto antes.
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