lunes, diciembre 07, 2009

AMADIS DE GAULA, LA PRIMERA FANTASIA CASTELLANA

El ejemplo más genuino de la Literatura de Caballerías hispánica de los XV y XVI es el Amadis de Gaula, obra de autor anónimo cuya versión definitiva apareció en 1508 reelaborada y completada por Garci Rodríguez de Montalvo. Una historia en cuatro libros que sin ser un gran ejemplo de las letras castellanas del Pre- enacimiento, es sin duda un texto imprescindible para comprender la literatura española, además de tratarse del libro de caballerías por excelencia. Una historia infantil e intrascendente -como todas las de este género literario- que no obstante puede ser considerada con todas las de la ley como la primera novela fantástica española o uno de los primeros ejemplos de libros de aventuras: guerreros, princesas, monstruos, gigantes, brujas, duelos. Fantasía Épica del siglo XVI.


Reinos de Castilla, Aragón y Navarra, finales del siglo XV. Con la unión propiciada por los Reyes Católicos, el nuevo Reino de España se prepara para ser una de las principales potencias europeas, en el plano político. En el cultural, estaba por llegar el primer Siglo de Oro (el XVI) de las letras castellanas, pero la creación de la imprenta ya había conseguido popularizar los libros y la literatura, no solo entre las esferas mas doctas e intelectuales, sino entre el pueblo llano. Para este, al que, aun sabiendo leer, los poemas, novelas cultas y tratados eran muchas veces poco más que ininteligibles y aburridos, se escribía e imprimía el género de los libros de caballerías, historias ambientadas en la época medieval protagonizadas por caballeros andantes al estilo de los caballeros de la Mesa Redonda o los héroes de las leyendas carolingias y que venían a ser una reinvención de los antiguos romances de la Edad Media y los cantares de gesta de aquella época. Estas novelas, efectivamente, recuperaron casi en el renacimiento el concepto del amor cortés medieval y el ideal caballeresco, pero desde una curiosa perspectiva otorgada por el tiempo transcurrido (más de dos siglos desde el apogeo del romance): un manierismo idealizado e irreal en donde la fantasía camparía a sus anchas en las diferentes historias narradas. Los héroes de las novelas de caballerías eran jóvenes caballeros andantes de reinos legendarios, exóticos, inventados o idealizados (muchas veces islas fantásticas, llamadas pomposamente “ínsulas”) que en pos del amor a su dama viajaban mundo adelante enfrentándose a ruines villanos y a diferentes prodigios de la naturaleza como monstruos, dragones o gigantes, y, claro está, siempre saliendo victoriosos y demostrando que el bien, de todas todas, triunfa sobre el mal.

Los libros de caballerías gozaron en la península de enorme éxito popular
en los siglos XV y XVI, siendo prácticamente el primer género literario popular de las letras castellanas. Además de las influencias en esta literatura de los romances y los cantares de gesta, no era menor la presencia de elementos de diferentes mitologías (griega, oriental, germánica, céltica, de diferentes pueblos de la península ibérica) o de leyendas precristianas de muy diverso origen. Al final, el mundo de los guerreros y señores medievales que se trataba de evocar en estos libros se convirtió en una suerte de crónica fantástica repleta de geografía imaginaria, trasgresiones de la naturaleza y la lógica y exageradas aventuras imposibles de haber sido vividas, más que crónicas fidedignas de una época anterior. La mayor parte de los libros de caballerías castellanos de los siglos XV y XVI eran obras muy mediocres que hoy en día son consideradas obras menores dentro de la literatura española de esos siglos, y que ya en su tiempo la crítica y los intelectuales despreciaban. Incluso las autoridades políticas y el estamento eclesial alertaban sorel so efectos que el consumo de estos libros podía ocasionar en el pueblo, ya que llenaba sus cabezas de insustancialidades pasadas de moda y de cosas tan tontas como encantadores, gigantes, caballeros andantes y princesas en apuros. La iglesia además siempre receló del carácter medio pagano de esos libros y del hecho de que preocuparse por esas lecturas distraía a los jóvenes de la religión y de quehaceres de provecho- esta última visión compartida por intelectuales y autoridades públicas-. Pero el hecho fue que grandes capas de la población española se engancharon a esos libros y su popularidad, al margen muchas veces de su escaso valor literario, fue mayúscula. Miguel de Cervantes (cuyoDon Quijote de la Mancha fue concebido como una parodia del género) o Santa Teresa De Jesús, en su juventud fueron acérrimos “fans” de la literatura de caballerías, el equivalente a lo que en los siglos XX y XXI supondrían cosas como la literatura de fantasía épica, los “Pulp”, la ciencia-ficción, las novelas policiacas o los libros y cómics de aventuras. No sería difícil imaginar que este género en su época también tendría sus frikis.

Pero si hubiese que destacar algún libro de caballerías por encima de todos, este es sin duda el que comúnmente se considera como la mejor novela del género, tal vez la única obra maestra literaria dentro de los libros de caballerías y, por qué no, una de las obras maestras clásicas de la literatura fantástica en castellano de todos los tiempos: Los cuatro libros del virtuoso caballero Amadís de Gaula (1508). Esta en realidad es una edición de unos libros, hoy perdidos, que al parecer se publicaron ya en el siglo XVI. Garci Rodríguez de Montalvo fue el editor-compilador (y escritor de la última parte) de estas aventuras, impresas en Zaragoza. Montalvo no fue por tanto el creador del caballero andante no paródico más famoso de la literatura española, se limitó a recopilar sus historias, las cuales fueron ideadas por un autor cuya identidad aún hoy en día no está clara, en parte porque los originales de los libros originales de Amadís se han perdido. El canciller López de Ayala cita la existencia de obras sobre Amadís de Gaula en el siglo XIV, que al menos serían los tres primeros libros del Amadís editado por Montalvo, ya que el último fue obra suya. Existe una teoría que sitúa a Portugal (otro país donde floreció el género de caballerías) como la cuna de las aventuras del caballero, citando como autores o bien al trovador y caballero Vasco de Loveira, o a Joao de Lobeira, ambos del siglo XIV y posiblemente basándose en obras anteriores. Todo son suposiciones y no hay ninguna certeza, como tampoco se conserva ningún texto en portugués sobre Amadís de Gaula anterior a la edición de Montalvo.

El éxito de Amadís de Gaula fue
muy grande, no ya solo en España sino en otros muchos países de Europa, ya que la obra tuvo muy pronto varias traducciones. Esta auténtica “amadismanía”, propició que Montalvo decidiese escribir una continuación, dando origen a toda una saga, algo muy común en la literatura de caballerías -en donde las sagas eran interminables, ya que aunque el caballero muriese en la primera parte era sucedido por sus hijos, de ahí el origen del significado literario de “saga”-: las novelas de caballería fueron el precedente de las series literarias de bastantes siglos después. Las sergas de Esplandían es el título del nuevo volumen que Fernández de Montalvo escribió como quinto libro de las aventuras de Amadís de Gaula. Como la más pura serie B del cine de los siglos XX y XXI, vieron la luz secuelas del libro original no oficiales escritos por otros autores, aunque han terminado por considerarse obras pertenecientes a la saga de Amadís por derecho propio: Florisando de Ruy Paez de Ribera, que continua Las sergas en la persona del sobrino de Amadís; Lisuarte de Grecia (1514) de Feliciano de Silva, que no tiene en cuenta Florisando y es una nueva continuación de Las sergas con un nuevo descendiente de Amadís; un nuevo Lisuarte de Grecia (1525) de Juan Díaz concebido como continuación de Florisando; Amadís de Grecia (1530) de Feliciano de Silva de nuevo, continuación de su Lisuarte. Silva también fue el autor del décimo y el undécimo libro de la serie, con dos nuevos miembros de la estirpe de Amadís, Florisel de Niquea (1532) y Rogel de Grecia (1535). Los últimos títulos fueron Silves de la Selva (1546) de Pedro de Luján, y la Cuarta Parte de Don Florisel de Niquea (1551) de Silva, ambas continuaciones del Rogel. En total 13 títulos con un total de siete caballeros protagonistas. Silves de la Selva fue también objeto de una saga que surgió en Italia y que consta de 3 títulos publicados entre 1558 y 1565. Intentar trazar un genealogía coherente de todos los Amadíses es con tanto familiar y contrafamiliar una tarea bien complicada

El Amadís de Gaula original de 1508 resultaba una lectura bastante asequible y sencilla para el lector de la época, aunque hoy día su estilo resulte rebuscado para el actual. El estilo de los tres primeros libros, obra del desconocido autor, es literariamente mucho mejor que el del cuarto libro, escrito por Montalvo y bastante más pesado, además de tener menor interés que los otros tres. Trazar un argumento pormenorizado de la novela, debido a la gran variedad de situaciones y tramas que se viven- las cuales funcionan en realidad como historias independientes, ya que el hilo conductor es mínimo- además del enorme número de personajes que presenta, resulta una labor bastante difícil, por lo que presentaremos el argumento en sus líneas maestras y teniendo en cuenta el desarrollo novelesco de toda la historia, más allá de las aventuras concretas.

La historia comienza con el idilio clandestino del rey Perión de
Gaula y la princesa Elisenda de Bretaña. El hijo nacido de esa relación, Amadís (aunque conocido en el libro hasta que averigua su nombre como “el Doncel del Mar”, es abandonado en una barca con una cinta con su nombre, y es recogido, criado y educado por el caballero Gandales bajo las leyes de la caballería. Ya un buen mozo, el muchacho es presentado en la corte de Escocia, donde conoce a la hermosa Oriana, hija del Rey Lisuarte, de la cual se enamora. Por el amor a Oriana se arma caballero, y tratando además de aclarar su origen, comienzan entonces las aventuras de Amadís -en compañía casi siempre de su escudero Gandalín, hijo de Gandales- llenas de batallas, combates, islas misteriosas y aventuras extraordinarias. Su principal némesis es el mago Arcaláus, aunque cuenta con la ayuda mágica de la bruja Urganda la Desconocida, quien cambia de imagen en cada encuentro con el caballero. Conocerá a su hermano Galaor con el cual se batirá en duelo antes de saber que era su hermano. Será también reconocido por sus padres adquireindo el nombre de “Amadís de Gaula”, liberará a Oriana de las garras de Arcaláus y ayudará a la reina Briolanja a recuperar su trono, antes de casarse en secreto con Oriana. De esta unión nacerá Esplandián, el cual es entregado a una ermitaña para que lo crie.

Amadís aún continuará viviendo episodios de gran épica como la aventura en la Ínsula Firme y el combate con el horrible monstruo Endriago. No obstante y a pesar que tras la aventura de la Ínsula se había demostrado el amor de Amadís hacia Oriana, esta fue engañada por enemigos de Amadís y llegó a pensar que su caballero le era infiel, ordenándole al héroe que se alejase de ella. Amadís abandona entonces por un tiempo las caballerías y vive en un islote como ermitaño, pero decide volver a las aventuras con una nueva armadura y bajo otra identidad, la del caballero Beltenebros. Tras vivir nuevas aventuras como un “caballero misterioso” decide hacer pública su identidad y vuelve con Oriana, que le acepta de nuevo.


El rey, quien desconocía la unión matrimonial entre su hija y el caballero andante, decide casar a Oriana con uno de los enemigos de Amadís, pero éste lucha contra el pretendiente (el emperador de Roma) y le da muerte, haciendo público el secreto matrimonio con la princesa. Lisuarte expulsa a Amadís de su reino. Años después, Amadís y Lisuarte se reconcilian y el joven Esplandián conoce que es hijo de Amadís. El heróico caballero será proclamado el nuevo rey, aunque su hijo finalmente sufrirá un encantamiento que llevará a una nueva continuación de las aventuras en Las sergas. Además de la aventuras de Amadís, se narran también las aventuras de su hermano Galaor, su hermanastro Florestán y su primo Agrajes.

En realidad, el final del Amadís, invención de Montalvo, difiere bastante del de la obra original que recogió el escritor, y que se pudo conocer más tarde. En ella, Lisuarte declara la guerra a Amadís con la ayuda de Galaor, hermano del héroe y celoso de este y de Esplandián, que desconoce que Amadís es su padre; el héroe termina matando a su hermano y a Lisuarte, pero será muerto por su propio hijo.

Amadís de Gaula como prototipo de la novela de caballerías, fue la inspiración fundamental para Cervantes a la hora de trazar la primera parte de Don Quijote de La Mancha, concebida en su estructura como un trasunto desmitificador del Amadís, aunque todos sabemos que la intención del Quijote iba más allá de cualquier libro de caballerías o del hecho de tratarse de una mera parodia del mismo género. Es destacable en Amadís de Gaula el hecho de que el elemento fantástico este tan presente en una obra considerada un clásico de la literatura castellana, siempre en conexión con las leyendas y mitología europeas, lo cual le convierte en el primer gran ejemplo de literatura fantástica española. Aunque como en todos los libros de caballerías el elemento moral y/o didáctico brillase prácticamente por su ausencia- algo que a la intelectualidad y los escritores “serios” del XVI les horrorizaba, ya que no hay que olvidar, era la época del renacimiento- en pos de la aventura y de los valores medievales y feudales de la caballería, ya totalmente demodé en la época en la que la novela apareció, Amadís de Gaula influyó decisivamente en una generación de literatos hispánicos de épocas posteriores que supieron ver que la obra era además la piedra angular que prácticamente marcó el fin de la literatura de caballerías y ayudó a contemplar el género de una manera más sesuda y equilibrada, más allá de su intrascendencia. Antes, cuando no existían ni los cómics, ni los superhéroes, ni el cine de aventuras, ni el western, ni los libruchos pulp, ni los seriales radiofónicos de suspense, ni las series de TV, el héroe era Amadís de Gaula. Y la influencia de este tipo de personajes e historias, ya se sabe, que siempre es más grande de lo que parece.

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