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Los franceses saben vender muy bien su cine. Pero es que saben hacer muy bien cine y no necesitan para la distribución internacional de sus películas ninguna agresiva campaña de promoción y marketing; confian en la calidad de sus películas y en el hecho de que siempre hay algún publico potencial para filmes que no tienen por que ser comerciales. Cada año hacen varias películas memorables y aclamadas por la crítica y su mejor cine, en definitiva, siempre es garantía de calidad y honestidad. ¿Debe tomar cuenta de esto el cine español? Indudablemente, pero también hay que tener en cuenta que en España la tradición y cultura cinematográfica (Francia es la cuna del cine) nunca ha sido tan grande como en el país de arriba de los Pirineos. Pero lo que importa es que ene esto ha llegado una nueva gran película francesa, basada en la novela best seller La elegancia del erizo de Muriel Barbery, y que en Francia ah sido todo un éxito de taquilla. En la tierra de nadie de entre el drama y la comedia transcurre esta intimista e inusual historia sustentada por sus personajes contradictorios, una historia mínima en la que lo que importa realmente son los sentimientos y las creencias de sus protagonistas y la manera de estos de afrontar la vida, con un mensaje claro de denuncia a la hipocresía de nuestra sociedad y su insistencia en encasillar, catalogar y coartar así la libertad de las personas. La joven directora de 28 años Mona Archache ha conseguido un filme realmente magistral y conmovedor, casi teatral al estar localizado casi exclusivamente en interiores (concretamente en los pisos de una lujosa manzana parisina), pero de enorme fuerza, emoción y belleza.
Todo -o casi todo- esta visto con los ojos de una niña de 12 años, Paloma (Garance Le Guillermic), hija menor de un matrimonio de clase alta, el ministro del gobierno francés y ella una mujer sin ocupación definida neurótica, adicta a los antidepresivos y al psicoanálisis. Paloma es una niña superdotada, muy inteligente para su edad que expresa el asco a su propia familia filmando sus miserias en cámara de vídeo al tiempo que se cuestiona continuamente el sentido de una existencia anodina y va proyectando su inminente suicidio. La llegada al edificio de Kakuro (Togo Igawa), un japonés maduro culto y atento con el que hace migas, le lleva a interesarse más por Renée (Josiane Balasko), la señora de la limpieza del edificio, una cincuentona gorda y desaliñada por la que pse a todo Kakuro siente admiración, ya que ve en ella una ser brillante atrapado en una autopercepción sobre su personalidad, que ella misma cree insignificante y fracasada. A partir de ese momento, la existencias de Renée y de la pequeña Paloma comienzan a experimentar cambios y a converger entre ellas, al tiempo que sus ideas y sentimientos van evolucionando.
Los momentos de buen cine en esta película están servidos por el magistral estilo narrativo de al película y su habilidad para hacer una introspección de los dos personajes principales, absolutamente deliciosos y entrañables. Es cierto que en ocasiones se adolece de constancia en el ritmo, pero la lucidez se acaba imponiendo en todo momento en una película muy recomendable y que, a pesar de su tono de cierta amargura, termina dejando un buenísimo sabor de boca.
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