domingo, enero 24, 2010

El aparatito de Lumiere - LA CINTA BLANCA (DAS WEISSE BAND)


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El alemán Michael Haneke (La pianista, Funny Games) sigue demostrando ser un director excepcional, especialmente dotado para narrar historias extrañas y herméticas de inquietante desarrollo. Tras el éxito internacional de su propio remake americano de Funny Games (2007), el cineasta ofrece ahora una desasosegante película (Palma de Oro en Cannes) ambientada en la víspera de la I Guerra Mundial en un pueblecito del norte de Alemania en donde aparentemente todo transcurre plácida y rutinariamente. Filmada en un curiosamente bello balnco y negro, la película esta planteada como una especie de cuento narrado por uno de sus protagonistas años después, aunque también parece una detallada crónica de sucesos acaecidos en un reducido entorno. El caso es que La Cinta Blanca resulta una suerte de mezcla de cuento de hadas perverso, retorcida fábula moral y sobre todo, una crítica al pasado de la historia de Alemania centrada en el aspecto humano y moral de una sociedad que se nos presenta como hipócrita y oscura. En definitiva, la causa, la precuela de una etapa de la historia de Alemania de infausto recuerdo.


La historia, que arranca con el extraño accidente del médico del pueblo (del que nadie se explica su causa), es la crónica coral de una aldea agrícola y de sus habitantes, en donde los campesinos trabajan para un barón y su familia, bajo la vigilancia de un tosco administrador caciquil y con la “custodia espiritual” del reverendo local. Estos tres personajes, con sus familias, constituyen el núcleo de los ricos e “intocables” de la aldea. Solo la intervención de un personaje en mitad de los ricos y de los pobres, el joven maestro, hará ligero amago de tambalear el orden de privilegios morales del pueblo (que también alcanza a gentes de clase más bien media) , un orden sustentado fundamentalmente en la hipocresía y en el cinismo. Los desconcertantes acontecimientos que se sucederán en la localidad, no harán sino hacer salir a la luz todas las múltiples miserias ocultas de sus habitantes más influyentes, pero más allá de todo eso, hay alguien que se está alimentando de toda esa ruina moral y ese mal e, inquietantemente, haciéndose fuerte: los niños.


Efectivamente, la película casi tiene reminiscencias de cine de terror, con un planteamiento que puede recordar a relatos como Otra vuelta de tuerca o The Village of the Damned, ya que aquí el elemento infantil resulta la clave de la atmósfera muchas veces inquietante de esta película. Haneke nos presenta a una infancia educada bajo represivos aspectos morales y bajo el miedo (aquí hay que referirse al personaje del frío y siniestro Pastor), con una inocencia corroída por el odio y la envidia inculcados por sus mayores, pero, también claro está, por los efectos de su nefasta educación. En fin, unos pequeños monstruos que 20 años después sustituirán el humillante distintivo de la cinta blanca con la que sus mayores les tratan de castigar por sus faltas, por otras cintas y emblemas de horrendo recuerdo. La película triunfa en mostrar ese aspecto en toda su crudeza y en ilustrar las consecuencias del mal en un entorno cerrado y aparentemente sin problemas. Unos intérpretes más que competentes dan vida a una magnífica galería de personajes muy bien compartimentada, y una narración ágil y meticulosa pero también oscura y más sugerente que explícita, construyen un filme magistral de casi obligada visión. Todo un peliculón, cine en su estado puro, que recupera por fin el placer de disfrutar con grandes historias en la pantalla

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