El 14 de mayo de 1980 por primera vez en la historia un alpinista vasco llegó al Everest. Era Martín Zabaleta, uno de los 12 hombres que integraba la segunda expedición vasca al Everest, la primera que llegó a su objetivo. Además de ser la primera vez que montañeros vascos llegaron al Everest, también fue la primera vez que alguien del Estado Español alcanzó la cimbre más alta del mundo, hasta entonces solo conquistada por neozelandeses, británicos, chinos, norteamericanos, hindúes, coreanos, japoneses, eslovenos, croatas, italianos, austriacos, polacos, y por supuesto, nepalíes. Después de esta expedición, vendrían otras muchas de todas partes del mundo, pero en aquellos comienzos de los 80 escalar el Everest era aún todo un reto, toda una aventura al límite que suponía una experiencia de esfuerzo, superación y tenacidad extrahumano. Y aquellos 12 muchachos de Euskal Herria, ayudados por un voluntarioso grupo de sherpas, se retaron a ellos mismos y tocaron el cielo
Subir al Everest. Hasta bien entrado el siglo XX fue un sueño imposible. En 1953 un neozelandés espigado y desgarbado, Edmund Hillary y un sherpa más bajito pero con muchos metros a sus espaldas, Tenzing Norgay, fueron los primeros humanos en llegar a lo más alto del planeta tierra: la conquista del Everest había comenzado. Tras aquella expedición británica, muchas oros se sucedieron conforme avanzaba el siglo XX y la ciencia y la técnica evolucionaban…y el alpinismo también. Hay gente, como los sherpas, la etnia de los hombres del Himalaya, que han nacido para subir hasta lo más alto, en mitad de la nieve y el hielo. Y muchos dicen que los vascos también han nacido para subir montañas (en plan más modesto que los sherpas, claro), siempre estimulados por la visión en cualquier parte del paisaje vascao de montañas y montes que se suceden por doquier y un tanto anárquicamente, esparcidos en diferentes lugares del mapa. Será por esa razón que el pueblo vasco siempre ha sido un pueblo montañero, que además no se ha conformado con subir varias veces en la vida de cada persona todos los montes de su entorno, sino que ha buscado en los cinco continentes más y más cumbres que subir, cuanto más altas mejor. Es por ello que el alpinismo vasco históricamente siempre ha sido de los más importantes de Europa con gran número de figuras de este deporte de reconocimiento internacional (Juanito Oiarzabal, Edurne Pasabán, Hermanos Iñurrategi, Juanjo San Sebastián…) y no es de extrañar tampoco que los vascos fuesen unos de los primeros pueblos europeos en llegar al la montaña más alta del mundo, el Everest con sus 8.848 metros, siendo además la primera región del Estado español en concluir con éxito una expedición destinada a coronar la cima del gigante nepalí.
En 1980, la segunda expedición vasca al Everest (la primera y fallida fue en 1974) logró alcanzar la cima y poner la bandera en el famoso trípode chino que allí se encuentra desde 1975, cuando la segunda expedición china quiso dispar cualquier duda de su llegada a la cumbre- tal y como había ocurrido en la primera y oscura expedición de 1960- y demostrar a todo aquel que en lo sucesivo llegase a al cumbre de que ellos habían estado allí. Era un época aún extraña para España, con una nueva democracia de tan solo tres años y aún muchas dudas en el horizonte, y aún más convulsa en Euskadi, con el azote persistente de la violencia de ETA y serias dificultades para lograr una verdadera convivencia política debido a al disparidad de opiniones sobre lo que tenía que ser el futuro de Euskadi, aunque el Estatuto de autonomía estuviese recién aprobado. Aquella primera llegada a la cima del Everest tal vez tuvo algo de reivindicación política de corte nacionalista, pero por encima de todo fue un autentico reto que el arraigado montañismo vasco asumió y con el obtuvo éxito. Durante diciembre y mayo de 1980, 12 de los mejores montañeros de Euskadi y Navarra, es decir, Euskal Herria, lograron una gesta que abrió mentes y puso al deporte de la montaña, por entonces ninguneado en muchos países, en un lugar principal dentro del orbe deportivo.
“No flotaremos insensibles sobre la densa oscuridad en un mar de estrellas, sino que nuestros pasos medirán metro a metro la helada corteza del planeta, nuestra respiración dará a la distancia su exacta medida, el sol se moverá sobre nuestras cabezas, lenta, imperceptiblemente”. Esto escribía en su diario uno de los expedicionarios, Felipe Uriarte, un cuaderno lleno de bellas reflexiones poéticas parte de ellas recogidas en su libro Vascos en el Everest (1982), una hermosa e imprescindible crónica de la épica aventura. La expedición se hizo con vocación de odisea, y como todo largo viaje a lo desconocido que se precie hubo dificultades, calamidades, peligros y dudas. Lo complicado, lo casi imposible, siempre es lo más estimulante para emprender. Y a finales de 1979 un grupo de hombres de la montaña quiso intentar la siempre ilusionante y misteriosa misión al límite. Ellos fueron Juan Ignacio Lorente (Vitoria-Gasteiz, 1939), el jefe de la expedición; Angel Vallejo Rosen (Biarritz, 1942), el secretario técnico, Ramón Arrue (Azpeitia, 1948), Kike De Pablo (Zamora, 1952), Xabier Erro (Lesaka, 1946), Ricardo Gallardo (Donostia- San Sebastián, 1940). Javier Garaioa (Pamplona, 1950), Emilio Hernando (Bilbao, 1953), Luis María Saenz de Olazagoitia “Petxu” (Vitoria-Gasteiz, 1943), Joxe Urbieta “Takolo” (Azpeitia, 1941), Felipe Uriarte (Donibane Pasaia, 1944) y Martín Zabaleta (Hernani, 1949). Cinco guipuzcoanos, tres alaveses (uno nacido en el País Vasco francés) dos vizcaínos (uno nacido en Zamora) y dos navarros. Salvo Gallardo y Takolo, hoy todos ellos siguen vivos.
Aquel primer intento vasco de escalar el Everest en 1974 dejó un poso de frustración al montañismo vasco. Fue toda una aventura conseguir financiación para la expedición, y esta se llevó a cabo con dinero privado, el de la empresa Cegasa de Vitoria, en medio de un ambiente de recelo en las esferas deportivas hispanas por la “vasquidad” del proyecto en los últimos años del régimen franquista. La expedición Tximist-Cegasa se quedó 300 metros de la cumbre, pero nada más bajar se volvió a pedir permiso al gobierno de Nepal para una nueva expedición al Everest. Los años pasaban y no había respuesta. La contestación oficial llegó en 1977 y no permitía la expedición hasta la primavera de 1982, pero un golpe de suerte adelantó la tan esperada expedición vasca al Everest a 1980, cuando la Federación Soviética de Alpinismo intercambió con la vasca su permiso para 1980, ya que el gobierno de la URSS paralizó cualquier proyecto deportivo nacional de envergadura para centrarse en los Juegos Olímpicos que se iban a celebrar aquel año en Moscú.
Campamento en Lobuche
En la que se llamó Expedición Vasca Everest – Euskal Espedizioa tomaron parte cinco hombres que ya estuvieron entre los 16 de la Expedición Tximist: Lorente, Rosen, Uriarte, Gallardo y Petxu. A finales de 1979, comienza la nueva aventura, el nuevo intento. El 9 de diciembre, Kike De Pablos y Xabier Erro, la primera avanzadilla, llegaron a Bombay, India, para conseguir material. De allí a Kathmandu, la capital de Nepal, para llevar a cabo la tramitación y permisos. Durante todo enero Erro y Kike preparan material y consiguen oxígeno y butano para ser transportado a Namche Bazar, a los pies del Himalaya y en donde se tenía pensado plantar el Campo Base. A finales de enero, Xabier Erro, ingeniero de Lesaka, parte de Kathmandu con 105 porteadores que llevan tres toneladas de oxígeno y butano. Junto con el navarro, tres sherpas, entre ellos el que iba ser sirdar o jefe de sherpas de la expedición Pemba Tsering; llegan a Namche Bazar el 9 de febrero. Dos días después, Xabier y los sherpas instalan el campo base cerca del de la expedición polaca, que en pocos días iba a coronar el Everest. El día de San Valentín llega el resto de la expedición a Kathmandu, donde son recibidos por Kike De Pablo, ya que Erro se encontraba transportando material desde el campo base a Lukla, localidad cerca de Namche con pista de aterrizaje a donde llega el material por avión. Hasta el 29 de febrero (estamos en año bisiesto), el transporte de material de Lukla a Namche es continuo. Ese mismo día allí se encuentra casi toda la expedición excepto Ricardo Gallardo y Javier Garaioa, médico de la misma, quienes han salido a pie desde Lukla hasta Namche con porteadores y Arrue, que aún se encuentra en Kathmandu realizando trámites. Mientras esperan la llegada de Arrue, el resto de los expedicionarios tratan de aclimatarse a lo que les va a venir, aprendiendo vocabulario rudimentario nepalí y ganándose la confianza de los sherpas. El dia 3 de marzo, con la llegada de Ramón Arrue, los 12 hombres de la Expedición Vasca Everest ya están en la montaña.
El día 5 de marzo en Namche Bazar es cuando la expedición comienza de verdad, haciéndoles entrega a los sherpas de sus equipos, básicamente anoraks y gorros del doble valor del sueldo que cobran: un detalle que agradecen. Un pequeño acto en casa de Pemba Tsering, natural de Namche, sirve de “ceremonia” de inauguración de la expedición, discursos del jefe (Lorente) y del sirdar (Tsering) incluidos. Lorente, Erro, Martín Zabaleta y Petxu Olazagoitia fueron de avanzadilla al campamento de Thyangboche para reclutar porteadores y llevar más material al Campo Base, en total casi 5 toneladas más llevadas por 150 porteadores. Se empiezan a montar las tiendas mientras las idas y venidas a Thyangboche en busca de material se suceden. El día 12 la expedición acude al monasterio budista de Thyangboche, donde se celebra la tradicional ceremonia en honor de la expedición de turno al Everest. Nuestros muchachos se preparan para la ascensión al día siguiente y esta se lleva a cabo sin contratiempos en los primeros 5.500 metros La Cascada de Hielo, el primer gran obstáculo, es subida con éxito por Xabier Erro en compañía de un miembro de la expedición polaca que poco antes había alcanzado la cima, de nombre Valdeck. Garaioa, Hernando, Lorente, Petxu llegan al Island Peak, a 6.187 metros en unos días soleados y llenos de ilusión. El Campo base, a donde regresan los escaladores tras haber ido ascendiendo está a unos 2..000 metros de lo más alto hasta donde se llega a mediados de marzo, pero ya se piensa en ir montando otros campamentos más arriba. Casi todos los miembros de la expedición realizan sus ascensiones menores y hasta el día 22 no se encontrará en el Campo Base toda la expedición.
La Cascada de Hielo aún tiene que ser abierta para poder seguir avanzando y en eso se afanan los expedicionarios durante varios días. Concientes de lo arriesgado del propósito, dosifican las marchas, hacen trabajo en equipo y el día 26 consiguen abrir la última parte de la cascada. Algo más arriba se encuentran las tiendas de la expedición polaca, allí, a 6.050 metros, se instala el Campamento 1. Ese día, Takolo, Felipe Uriarte, Lorente y Petxu, los escaladores de la Cascada de Hielo, serán los que primeros en dormir en el C1. En los días siguientes llegarán más efectivos procedentes del Campo Base. No obstante, bastantes escaladores se quedan aún allí preparando al logística. Cuandoen el día 31 de marzo varios sherpas tratan de acceder al C1, Ang Lakpa, uno de los más experimentados, sufre una escalofriante caída por una grieta. En estado muy grave, se le traslada al CB a través de la cascada, en una arriesgadísima operación que incluso podía poner en peligro su vida, pero de la que sale indemne. Lakpa pasó la noche en el CB vigilado por Lorente y Garaioa, ambos médicos. A las 2 de la madrugada es llevado a un hospital en Kathmandu por un helicóptero
El Campamento 1
Había contratiempos, si, pero había que seguir ascendiendo. El 3 de abril se han subido ya 6.500 metros y se ha instalado allí el campo 2. La cosa va bien, y todos los sherpas de altitud de la expedición (12 a esa fecha) ayudan con tesón. En el C2 se quedan 3 de los mejores sherpas, cuya ayuda se presumía iba a ser valiosísima: Nima Rita, Gyalzen y Gymri. Kike De Pablo y Javier Garaioa también suben al C2 con intención de hacer cumbre en el Lhotse e ir superando los 7.000 metros de altitud. La escalada por la cara del Lhotse es difícil y Garaioa la emprenden junto con los tres sherpas. Xabier Erro se une días después a la avanzadilla junto con el sherpa Nin Temba y el dia 10 de abril, junto con Garaioa alcanzan los 7.350 metros en la cara del Lhotse, donde se instala el Campo 3. Varios miembros del resto de al expedición van llegando al C3 en los días siguientes. Felipe es quien se encargará de abrir camino desde el C3 para llegar al Collado Sur, en compañía de 3 sherpas, pero el tiempo se recrudece con una fuerte ventisca y es imposible continuar el ascenso, por lo que los cuatros hombres vuelven al C3 tras haber ascendido hasta los 1.700 metros. Los problemas se suceden: la Cascada de Hielo esta cortada y esto va a retrasar y dificultar todo intento de ascensión. Por aquellas fechas, Arrue (en el Campo Base), abandona la expedición descendiendo hasta Kathmandu para llevar a cabo asuntos burocráticos y de comunicación.
El 19 de abril, comandados por Angel Rosen, la mayor parte de los expedicionarios llegan al Collado Sur, a 7.890 metros de altitud, donde se instala el Campamento 4. La cima, más cerca, había que empezar a pensar ya en el principal de los momentos, en la hora de hacer la cumbre. Dado que la empresa era la más delicada y aún quedaban muchos metros por ascender, toda la expedición decidió reunirse en el Campo Base. El día 21 tiene lugar allí la importante reunión sobre la ascensión final: se desconocía que climatología haría, siendo el principal temor la presencia de fuertes tormentas y como se iba a encontrar la gente tras haber superado los 8.000 metros. Se acordó hacer 3 cordadas entre los 11 miembros supervivientes de la expedición vasca, que subirían en orden consecutivo. En la primera Ricardo Gallardo, Rosen, Garaioa, Emilio Hernando y un sherpa por determinar; en la segunda Erro, Petxu, Takolo, Lorente y Pemba Tsering, y en al tercera (sin oxígeno), Zabaleta y Felipe. Kike no tenía interés en hacer cumbre y decidió servir de apoyo al tandem Zabaleta- Uriarte. Las ascensiones de reconocimiento comienzan, y el día 24, Garaioa ya estaba en el Collado Sur, acompañado por Kike, y sin oxígeno. Era la parte más dura de la expedición, y las dificultades no tardaron en aparecer. El ascenso al Collado Sur estaba resultando más dificultoso de lo que se pensaba en un principio, de hecho, tras Garaioa y Kike, los siguientes en tratar de alcanzar el Collado Sur para preparar el Campamento 4, Erro y Felipe, fracasan en su intento a finales de abril. No obstante, Pemba Tsering consigue llegar al Collado con un buen grupo de porteadores con la intención de equipar el C4, preparándolo para lanzar intentos de llegar hasta la cumbre. Garaioa y Kike bajaron al CB para reunirse con el resto de expedicionarios en las cordadas de ascensión. El primer grupo llega al C3 el 1 de mayo, sin Emilio, que se sentía indispuesto y tuvo que volverse al CB. El segundo grupo también se pone en camino.
Angel Rosen
El intento del grupo primero, formado por Rosen, Garaioa y Ricardo, se empieza a frustra a primeros de mayo. Pese a que el día 3 ya estaba en el C4 y el día 4, en compañía de 4 sherpas, había conseguido alcanzar la Cima Sur (8.760 m.) atravesando una pesada nieve profunda, el grupo se queda sin oxígeno y desiste: hay que regresar al C4. El segundo grupo ya había llegado entonces al C3, aunque Petxu decidió volver al C2. Al llegar al collado Sur, el segundo destacamento sufre un gran vendaval y deciden bajar hasta al C2 en espera de que el tiempo mejore. En el C2 ya estaba Martín, del grupo tercero, junto con Kike, el apoyo al mismo. Los días del 8 al 10 de mayo serán aburridos y ansiosos días de espera para la Expedición Vasca al Everest. Días fríos, tediosos, en espera de que el tiempo mejore. Allí se encontraban Kike, Takolo, Martín y Lorente, mientras que el resto estaban en el Campo Base. El día 11 el día amanece azul intenso en la fría montaña, señal de que el tiempo iba a cambiar. Lorente y Martín deciden entonces subir al C3, ya parece que la climatología no va impedir la continuación del propósito. Mientras Kike y Takolo bajan al CB, otros expedicionarios suben al C2. El tiempo sigue siendo benévolo, y Martín y Lorente entienden que ya nada puede impedir el preciado sueño del montañismo vasco: llegar hasta la cima más alta del mundo, llegar a la cima del Everest. El día 13, los dos montañeros vascos y los sherpas Pasang Temba, Phurba Kitar y Ang Nima llegaron al Collado Sur y ahora había que conseguir lo que el priemr grupo no había logrado. El día 14, los expedicionarios partieron a las 2 y media de la madrugada animosos y llenos de esperanza del Collado Sur. Martín Zabaleta supera el mítico espolón de los ginebrinos, pero Lorente se tuvo que volver mitad de camino, a las 5,30 de la mañana. Nima y Kitar bajan al C4, y a las 13 horas Martín y Pasang Temba llegan a la Cima Sur. Ya se percibe la cumbre
Nieva espesa y blanca, aristas, grietas. Martín y Pasang siguen subiendo. Incluso poco después de rebasar la Cima Sur, vieron que aquello estaba algo peligroso y pensaron en retirarse, pero finalmente prosiguieron. El Escalón Hillary, que difícil. Continuaron. La ascensión continuúa monótona y cansina. Hasta que envuelta entre la niebla, una cosa oscura se divisa: es el trípode chino. A las 15,30 del 14 de mayo de 1980, Martín Zabaleta y Pasang Temba llegaron a la cumbre del Everest
Pasang Temba planta la ikurriña en la cima del Everest (14-V-1980)
Enseguida, Martín se pone en contacto con el C2 por medio del radioteléfono; toda la expedición salta de alegría a medida que va enterándose campamento a campamento. Pasang planta la ikurriña sobre el trípode chino, con ella también la bandera de Nepal, la única bandera del mundo que no es rectangular y la ya casi icónca en la Euskadi de aquellos años bandera antinuclear: los hombres de las montañas, en contra de la central de Lemoniz. A las 16,15, los dos montañeros inician el descenso, con lo que se deseaba desde años atrás por fin cumplido. Martín y Pasang no llegan al Collado Sur hasta el día siguiente por la tarde, con la ayuda de los sherpas Nima y Kitar y después al C3, donde se encuentran Xabier y Felipe, quienes les abrazan embargados de la emoción. Pemba Tsering y otros sherpas, mientras tanto, comienzan a desmontar el C4, y tras este, los siguientes, la expedición ha concluido.
Los días siguientes, hasta el 21 de abril, serán de recogida de felicitaciones, abrazos, rostros iluminados por sonrisas, emoción y también de recogida de bártulos. Descendiendo, campo a campo, todo lo allí colocado por la Expedición Vsca al Everest va desapareciendo, devolviendo a la montaña su inmaculado aspecto blanco y grisáceo. Aún quedaría alguna que otra situación desagradable, como la avalancha que el día 16 arrastró a un sherpa de la expedición catalana al Lhotse, quien fallecería al día siguiente o la caída y posterior evacuación del sherpa de la expedición Dawa Dorjee cundo todo el personal se encontraba en el Campo Base. El día 21, la expedición deja el Campo Base y cinco días después ya está en Kathmandu. La llegada a Bilbao no se producirá hasta el 12 de junio de 1980.
Un final feliz para una gran aventura, que tras su conclusión, como dijo Felipe Uriarte, inundaba el sentimiento de vivir. Otros muchos vascos y de otras zonas de la península ibérica llegaron detrás de ellos, pero que duda cabe que fueron ellos los que marcaron la pauta en el ámbito hispánico. No obstante, la injusticia se cebó con el logro una vez hecho: los medios de comunicación de alcance nacional apenas se hicieron eco de la noticia, una expedición vasca con ikurriña plantada en la cima al grito de Gora Euskadi askatuta era algo muy poco cómodo en aquella incipiente España democrática, y se optó por el silencio, aunque años después, diversas publicaciones deportivas y de montaña y anales del mundo del deporte, reseñaron el acontecimiento más o menos como se merecía
A los 12 expedicionarios vascos les esperaron en los días siguientes a su regreso recepciones por parte del lehendakari Carlos Garaikoetxea y homenajes en sus localidades natales y de residencia. En los años siguientes, todos continuaron su actividad montañera, pero siempre recordaron con especial cariño aquel importante logro. 30 años después, ahora que el mundo de la montaña es ya muy mediático y en al Everest hay expediciones prácticamente todos los años, aquella primigenia hazaña se contempla con el indudable encanto de la épica romántica y la inocencia de la primera vez. El placer de averiguar y conocer de ver quien fue el primero en hacer algo, circunscrito en algún ámbito determinado. Los 12 hombres de la montaña se propusieron conseguir el sueño de cualquier escalador y lo cumplieron. Tras el primer amanecer, el sueño, hecho de felicidad, proseguía. Y aún continúa.