**** y 1/2
Darren Aronofsky, el director de Black Swan, es un cineasta hábil y original cuya filmografía, repleta de títulos sorprendentes, se culmina con este espectacular e inquietantemente bello filme, una cruel metáfora sobre el absurdo de la búsqueda de la perfección materializada en el proceso de autodestrucción que vive su protagonista, una joven bailarina de ballet clásico excelentemente interpretada por Natalie Portman (la mejor interpretación de su carrera). Partiendo de presupuestos del cine independiente- fotografía irregular, medios ajustados- y tomando aspecto de thriller casi terrorífico con algún elemento fantasioso, esta película en realidad es un muy buen ejemplo de terror psicológico de primera calidad, con Hitchcock como referencia pero también teniendo en cuenta al mejor Brian de Palma (el de Carrie o El Fantasma del Paraíso), a Jacques Torneur (concretamente el de La Mujer Pantera), al cine de suspense, y por que no, a los cuentos de hadas de los hermanos Grimm, con El lago de los Cisnes de Chaikovski como música de fondo (esto último, obviamente total inspiración de la película). Una película alucinante que viene a alertar a su (siniestra) manera los peligros de una educación basada en la autocompetitividad y en la obsesión por criar vástagos que deben destacar sobre los demás por narices.
El personaje central, Nina, nueva primera bailarina de una prestigiosa compañía de danza, es una joven de ventibastantes años con una obsesión con la perfección en su trabajo que roza literalmente lo paranoide y cuya relación con una igualmente obsesiva madre (interpretada por Barbara Hershey) no es precisamente confortante ya que la mujer ve en su hija como una obra de arte, un tesoro que es necesario sublimar y explotar. La oportunidad que se el brinda a Nina de interpretar al la Reina Cisne en un ambicioso montaje de El Lago de los Cisnes llevará a la joven a una salvaje e inhumana carrera de fondo consigo misma, dificultada por si fuera poco con la llegada de una peligrosa rival para dicho papel (Mila Kunis) y con la nefasta influencia de un coreógrafo desconsiderado, déspota y ambicioso (Vincent Cassel) y el desalentador ejemplo de Beth (Winona Ryder) la antigua primera bailarina al borde de la locura. Nina, un ser ya de por sí inestable y extraño, se introduce cada vez en una espiral de locura, visiones y paranoias en una lucha interna que le hará interiorizar literalmente el ambiguo rol de la Reina Cisne, una lucha entre lo mejor y lo peor de si misma, entre el bien y el mal ambos en su estado puro. La película cuenta todo esto siempre con los ojos y el cerebro de Nina y el espectador termina siendo partícipe del desasosegante drama psicológico/moral de la joven y de todo su terrorífico mundo que sus circunstancias le han construido. Imágenes de corte fantástico y efectos especiales con marcada intención poética tratan de mostrar la película como un cuento aterrador con múltiples referencias en cuanto a la caracterización del personaje principal, que se mueve por diferentes dramas y contradicciones morales, sexuales y comportamentales. Muchos elementos semi despistantes que en realidad son claves en el significado de la historia (esas desagradables manías compulsivas de la protagonista) y momentos visualmente indigestos que no son desconcertantes sino que refuerzan ese magistral total tono de pesadilla y de confusión entre realidad e ilusión que se vive en esta película.
Cisne Negro es una película que realmente merece la pena verse, aunque su tono un tanto desagradable (a veces un tanto sádico) pueda ahuyentar a los espectadores más sensibles, pero su excelente manejo de los tempos y las dosis en cuanto a la utilización del sexo explícito, la sangre (¿metáfora menstrual?), el delirio y desenfreno visual y el apunte fantástico se antoja genial y comedido. Quizás sobra algún susto fácil y también se echa en falta una mayor explotación y explicación del pasado de la relación entre Nina y su madre, pero el resultado final no solo es más que convincente, es deslumbrante.
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