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Wes
Anderson es un director singular que nunca defrauda con sus curiosas películas
en donde la comedia más tradicional adquiere extravagantes y bizarros tintes que
no dejan indiferente al espectador, aplicando a la crítica y la ironía un aire
estrafalario y muchas veces caricaturesco, casi de cómic, que deja como
resultado películas tan deliciosas y divertidas como Los Temenbauns (2001), Life
Acquatic (2004) o Viaje a Darjeerling (2007). En este
nuevo filme suyo, como suele ser habitual escrito por él mismo esta vez en
compañía de Roman Coppola, se puede decir que Anderson ha firmado su obra
maestra con una comedia excéntrica, surrealista y casi de cartoon pero al mismo tiempo
honesta, tierna e inteligente. Echando mano de actores fetiche del director
como el veterano Bill Murray o Jason Schwartzman y recurriendo a un tono más o
menos cándido y para todos los públicos (que no políticamente correcto), Wes
Anderson construye un impagable teatro de marionetas, una especie de
representación de fin de curso de preadolescentes gamberros que desde luego que
divierte y entretiene y además deslumbra con su más que lograda iconografía, su
look de cómic y su puesta en escena teatral, manierista y un tanto salida de
madre con una historia que pese a su sencillez aparente esconde en medio de una
maraña de homenajes cinéfilos, situaciones satíricas, chistes y gagas propios
del slapstcik e incontables referencias,
un relato de espectacular y versátil alcance gracias a sus (deliberadamente)
desdibujados límites y a la superposición de historias, anécdotas y guiños que
al final trazan un peliculón con mayúsculas.
Ambientado
en una isla de Nueva Inglaterra en 1965 y con divertido tono retro - palpable
incluso en su fotografía de colorido “pop” y en sus chillones colores
psicodélicos algo desgastados, eso si- la película cuenta básicamente la
(tronchante) historia de amor de dos preadolescentes de 12 años, el boy scout
huérfano y gafoso Sam (Jared Gilman), que se encuentra de paso en la isla con
su campamento scout y la solitaria pero
inteligente Suzy (Kara Hayward), la hija de un anodino matrimonio de abogados
(Bill Murray y Frances McDormand) que viven en una vivienda unifamiliar de
manierista factura cerca de la costa de la isla. A Sam no se le ocurre otra
cosa que fugarse de su campamento para buscar a su amada y allí empieza toda
una concatenación de sucesos curiosos, diálogos impagables y bastante mala uva por parte de unos
guionistas que seguro que se lo han pasado como enanos con este curioso guiñol.
Un buen reparto muy bien aprovechado que incluye también a Bruce Willis, Tilda
Swinton, Edward Norton y Harvey Keitel sabe estar a la altura de las
circunstancias por no hablar del nutrido reparto de chavales que está que se
sale, incluidos los dos entrañables botarates de protagonistas, todo un retrato
del caos total que ocurre cuando se acaba de llegar a la adolescencia. Un
fotografía grandiosa a cargo Robert D. Yeoman en donde en una gama de chillones
predomina el color amarillo y que no rechaza recursos demodé como el flou (usado en plan irónico, claro)
refuerza una puesta en escena que parece una recreación burlesca del universo
de la América feliz de Norman Rockwell. Entre los muchos homenajes que se
pueden discernir (y que posiblemente me haya dejado alguno) están Melody de Waris Hussein-Alan Parker, MASH de Robert Altman (especialmente
cuando se retrata el universo scout reflejado aquí como el mundo militar en
miniatura), los cómics de Charlie Brown
e incluso hay una broma muy friki y cinéfila en una línea de diálogo a cargo
del narrador Bob Balaban relacionada con una escena mítica que protagonizó este
actor en Encuentros en la Tercera Fase
de Spielberg. Pero bueno, detalles y guiños rebuscados al margen esta es una
película muy pero que muy disfrutable y si se va con chavales de entre 11 y 14
años se les puede enseñara a ver otro tipo de cine sin que dejen de divertirse.
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