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Cesc
Gay, director catalán de una filmografía interesante pero minoritaria (Krampack, En la Ciudad, Ficción) ha
debido de disfrutar de lo lindo rodando esta comedia de episodios más que nada
por la profesionalidad de su reparto. Basada fundamentalmente en el trabajo
actoral, esta película en realidad no se trata de ninguna maravilla dentro del
terreno de la comedia costumbrista española, pero tan solo por el brillante trabajo
de un elenco de doce escasos intérpretes constituye un soberbio ejercicio
cinematográfico a la par que interpretativo. En un filme en donde los diálogos,
la naturalidad y la credibilidad cumplen un papel fundamental en una puesta en
escena prácticamente teatral, los diferentes duelos interpretativos que se
presentan en cada uno de los seis episodios (dos de ellos prácticamente
interconectados) que conforman Una
Pistola en Cada Mano funcionan a la perfección y la verdad que no se podía
esperar menos de una película que en cada una de sus “viñetas” tiene a Eduard
Fernández y Leonardo Sbaraglia; Javier Cámara y Clara Segura ; Ricardo Darín y
Luis Tosar; Eduardo Noriega y Candela Peña; Alberto Sanjuán y Leonor Watling; y
Cayetana Guillén Cuervo y Jordi Mollá. Es decir, pesos pesados de la
interpretación española en los últimos años junto con algún fuera de serie
venido desde Argentina.
Una Pistola en Cada Mano trata principalmente sobre el desenvolvimiento
masculino en las crisis de pareja ante panoramas que incluyen el divorcio, la
infidelidad, el maltrato, la impotencia, el deseo sexual machista y en donde los hombres en estas historias terminan haciendo
el ridículo de una manera tan sutil como patética a veces. No es una comedia
feminista ni desmitificadora del mito masculino, pero aquí los tíos son los “Clowns”
de la función pretendiendo ser héroes, algo que todos y cada uno de los
sketches reflejan correctamente. Es esta una película donde hay que seguir los
diálogos con suma atención y recrearse en las excelentes interpretaciones,
porque también es cierto que hay alguna historia que flojea bastante al
pretender abarcar temas espinosos de una manera farragosa y pretendidamente
amable sin que resulte creíble (el último, por ejemplo) y que algunos recursos
de guión resultan manidos y mejorables, pero el espectador mantiene la sonrisa
en casi todo momento. No se puede decir tampoco que se haya huido de tópicos y
clichés en esto de las relaciones entre sexos y en ese sentido a veces la
película peca a veces de simplista y malamente moralizante, pero el interesante
conjunto final consigue hacer pasar por alto esos detalles. Buen cine español para
terminar el año.
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