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El
infausto periodo de la dictadura de la junta militar en Argentina (1976-1983)
sigue siendo un motivo recurrente en el cine argentino sobre todo cuando trata
de manufacturar un producto exportable más allá de sus fronteras, y Infancia Clandestina cumple con creces a
la hora de plasmar aquella negra etapa bajo uno de los muchos puntos de vista posibles:
el de la infancia y más concretamente el de los hijos de los perseguidos por el
régimen de Videla y compañía. Sin ser un filme magistral, esta película - no
apta para niños- ofrece más que correctamente un drama intimista cruel aunque
escasamente explícito a la hora de mostrar momentos de crudeza, cuya intención más
que conmover con melodramatismos fáciles es la de tratar lo más fielmente
posible el día a día de Juan (Teo Gutiérrez Romero), un crío de 12 años, que
como muchos otros hijos de activistas contra el régimen de la junta tuvo que
cambiar de identidad - al igual que sus padres- y vivir el contacto justo y
necesario con el mundo exterior. La película apuesta por un realismo sin
fisuras interconectado con la crónica cotidiana familiar para más que contar
una historia mostrar diferentes pasajes
vitales propios de un preadolescente de 12 años (descubrimiento del
amor, la búsqueda de la afirmación de la propia identidad) que chocan
continuamente con una situación anómala.
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