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La
puesta al día de Disney en el últimamente bastante cambiante mundo de la
animación resulta aceptable y esforzada aunque mientras otras compañías -como
Dreamworks o mas modestas incluso y/o procedentes de diversos países- parecen
llevar la avanzadilla en cuanto a creatividad y diseño de nuevas propuestas en
el campo de la animación por ordenador, la Disney parece haberse conformado
hasta el momento con permanecer en un plano más secundario siempre y cuando la
Pixar de John Lasseter no coproduce largometrajes como la saga Toy Story o Wall-E que suponen los últimos mayores hitos artísticos de la
veterana productora. En esta ocasión, Disney ha querido prescindir los
servicios directos de Lasseter y sus muchachos -aunque este cumpla aquí
funciones de productor ejecutivo- para un nuevo largometraje de animación
infográfica que cumple su función de entretenimiento navideño para los pequeños
de la casa sin excesivos alardes ni técnicos ni discursivos. Dirigida por Rich
Moore, un realizador salido de la cantera de The Simpsons, Wreck It Ralph insiste en el reciclaje
de la cultura pop de otras películas de animación de los últimos tiempos (algo
siempre más comprensible para el público adulto) acercándose en esta ocasión al
mundo de los videojuegos por medio de un homenaje a su historia. Al mismo
tiempo, platea la típica historia de redención de un personaje potencialmente “malvado”
gracias al descubrimiento de lo reconfortante que resulta ayudar a los demás,
unido a un mensaje de crítica la
competitividad irracional y desmedida y el afán por ser siempre el mejor a
cualquier precio.
Casi
todos los protagonistas son personajes de videojuegos ficticios (aunque hay
varios cameos de personajes de videojuegos reales tan históricos como Pac Man,
Super Mario, Mortal Kombat o Street Fighter) con pensamiento y vida autónoma que
cada vez que termina la jornada en el salón de juegos recreativos en el que
“residen” salen de sus máquinas de videojuego para unirse en un
espacio-universo común donde estos personajes conviven. Ralph, un ogro que
ejerce de villano en un legendario juego de los ochenta llamado Fix-It Felix
Jr. (vagamente inspirado en el célebre Donkey Kong) lleva 30 años perdiendo en
casi todas las partidas y siendo odiado por sus colegas de videojuego, por lo
que decide abandonar dicho juego y adentrarse en otros para convertirse en un
héroe al igual que su némesis el carismático Felix. Cuando tras varias
desventuras llega a un juego de los 90 de carreras de coches ambientado en un
moñas mundo de dulces antropomorfos en el que conoce a la pequeña piloto
Vanellope Von Switz su destino dará un importante vuelco. Acción, planos
vertiginosos y escenas con pretensión de espectacularidad no faltan en este
filme, pero con tanta parafernalia vista en otros filmes de dibujos animados de
los últimos años deja una sensación de deja vu constante de la que no es ajena
su omnipresente tono Toy Story especialmente en lo tocante a los personajes
inanimados que cobran vida en un mundo-sociedad que pretende ser como el de los
humanos. La principal carta de presentación- y su atractivo central a priori-
es la combinación de diferentes tipos de diseños de personajes y
escenarios en cuanto a calidad, grado de
realismo, estética y tipo de animación para plasmar las diferencias entre los
videojuegos de diferentes épocas, pero al final no resulta ni sorprendente ni
convincente pese al esfuerzo evidente de diseño de producción y el afán
entusiasta con el que se trata de tributar al ya veterano mundo del videojuego.
Con homenajes no solo circunscritos a este mundillo (Los Autos Locos de Hanna Barbera, la saga Alien) y una iconografía y argot tal vez un tanto incomprensible
para niños y niñas no familiarizados con el entretenimiento del joystick, la
película sin ser nada del otro jueves resulta altamente entretenida y puede que
haga la delicia de los pequeños en estas fechas festivas.
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