lunes, junio 17, 2013

El Aparatito Lumiere TRANCE




** y 1/2

Ha resultado un tanto decepcionante e incompleto el retorno de Danny Boyle (Trainspotting, La Playa, Slumdog Millionaire) tras su brillante y alabado trabajo como coordinador en la ceremonia de inauguración de los JJOO de Londres de 2012. El hábil director británico con el empacho de alegría y buen rollito de aquella ceremonia quería según sus propias palabras acometer un nuevo filme que resultase todo lo contrario: oscuro, críptico; y mientras preparaba la ceremonia rodó este irregular thriller de tono hitchconiano modernizado que trata de aunar lo psicológico, el drama y el cine de tramas criminales con su peculiar sello modernizante y urbano con lustrosas imágenes entre la publicidad y el videoclip de lujo. Aunque más contenido que en anteriores filmes (su última e interesante 127 horas aún tenía ese poso de montaje adrenalítico y de DJ de imágenes herencia de la imprescindible Trainspotting), el regreso de Boyle al Reino Unido tras haber rodado últimamente en la India y EEUU ha resultado frustrante aunque el material de partida era bastante goloso.

Trance es la crónica del arduo proceso de una serie de personajes por buscar la verdad dentro de un confuso caso de robo de una obra de arte. Simon (James McAvoy), un joven empleado de una prestigiosa casa de apuestas londinense parece verse involucrado en el robo de una valiosa pintura de Goya que iba a ser subastada, pero todo se complica cuando sufre de amnesia y se olvida del paradero de la obra. Una atractiva psiquiatra himnotista, Elisabeth (Rosario Dawson) parece dispuesta a ayudarle mediante sesiones de hipnosis, pero pronto habrá un cruce de intereses entre doctora, paciente y la banda de delincuentes que planeó el robo, liderada por el codicioso y brutal Frank (Vincent Cassel). La película da la impresión que no sabe sacar total partido de un planteamiento más que interesante por culpa de un guión desdeñoso y demasiado de tiralíneas. Los personajes no parecen despegar del todo y solo McAvoy en su papel de un joven amoral, hipócrita y con mucho que esconder logara sacar partido de un personaje que con diferencia es el que más matices e intríngulis tiene. La película atesora, con todo, momentos buenos gracias a su estupendo estilo narrativo marca de la casa Boyle y los momentos finales son de lo mejor del filme, aunque la resolución última sea tan insatisfactoria como la película  en su conjunto. A todo esto, Danny Boyle parece que quiere dirigir la segunda entrega de Trainspotting, tal vez la señal-concesión de un gran autor en declive.      

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