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La
realidad superando a la ficción. Realmente, parece falsa e increíble pero es
totalmente cierta la historia de Jordan Belfort
que Martin Scorsese ha llevado con gran acierto a la pantalla con un
Leonardo DiCaprio en estado de gracia en el papel de Belfort, fundador de
Stratton Oakmond una fraudulenta pero altamente exitosa compañía de inversión
bursátil con cientos de trabajadores que a principios de los 90 estafaba gestionando
inversiones millonarias en compañías minúsculas o ruinosas prometiendo a los
inversores el oro y el moro y convirtiendo a Belfort en un
archimultimillonario. Scorsese, partiendo del libro autobiográfico del propio
Jordan Belford, realiza un curioso, deslumbrante y esquizofrénico grand guiñol sobre
todo lo que puede haber detrás del éxito y del dinero y dejando que sea el
antiheróico protagonista quien cuente con los rasgos de un DiCaprio totalmente
metido en su papel la historia de su ascensión a finales de los 80 y su caída a
finales de los 90 con una empresa en donde el sexo y la droga formaban junto
con el engaño, el fanatismo y la ambición desmedida la base del ideario de la
compañía. Al veterano director no le ha acobardado la complejidad del material
de inicio- una biografía con infinitas ramificaciones en todos los sentidos que
va desde el drama a la comedia alocada pasando por el cine negro, el relato
policial y la intriga empresarial y con temáticas tan variadas como la estafa,
el mundo de las finanzas, la prostitución, el consumo de drogas, el drama
familiar, el sectarismo en el mundo empresarial moderno o el retrato de las
clases pudientes con menos escrúpulos- y ha conseguido de nuevo una película
redonda en donde ninguna escena ni línea de guión sobra y todo está
estratégicamente situado para abrumar al espectador con una historia tan
increíble como sórdida, una fábula poco edificante que ilustra lo jilipoyas que
puede ser el ser humano cuando la
ambición se pone por medio.
El
total recital interpretativo que da el último “muso” de Martin Scorsese
Leonardo DiCaprio como Belford consigue ofrecernos el retrato de un hombre tan
complejo y embaucador como repugnante: un joven caradura impostor capaz de dar
el pego como algo que no fue (un genio de las finanzas) y que consigue llegar a
las mas altas cotas del éxito gracias a su poder de persuasión, su carisma con
sus subordinados y su total falta de escrúpulos. El otro protagonista de la
película, la compañía Stratton Oakmond (todo un personaje colectivo encarnado
en sus trabajadores con el cerebro bien lavado) aparece en este filme como el
paradigma del todo vale para la consecución de un fin, incluido el consumo de
drogas masivo y el sexo en el lugar de trabajo. La película, con un ritmo a
veces endiablado y otras más pausado parece transcurrir según las coordenadas
mentales del propio Belford y muchas veces no da tregua al espectador, aunque
se logra hilvanar una historia trepidante y cambiante en donde tanto lo dramático
como lo esperpéntico (pero real) se van turnando sin que nada chirríe. Con una
buena pléyade de impagables intérpretes secundarios (Jonah Hill- también
extraordinario-, Margot Robbie, Jon Favreau, Rob Reiner, PJ Byrne) y una más
que perfecta puesta en escena, esta película demuestra que Martin Scorsese
sigue siendo un enorme cineasta y que cada película suya siempre será una
gozada para todo cinéfilo.
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