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Altamente
satisfactorio el esperado regreso del director Daniel Monzón tras la excelente Celda 211 (2009), uno de los últimos
grandes éxitos del cine español y uno de los filmes hispanos más brillante de
los últimos años. Dispuesto a seguir demostrando que en España se puede hacer
gran cine de género, en esta ocasión el realizador balear vuelve a incidir en
el thriller de alto concepto, en esta cinta con elementos de drama de
personajes y algunas pinceladas de acción “realista” a la antigua usanza. El
mundo del narcotráfico en el estrecho de Gibraltar es el telón de fondo donde
se desarrolla El Niño, un hábil film
de intriga cuyo principal logro es haber captado todo el realismo de este
complejo tema que está a la orden del día en Andalucía e insertarlo en una
trama ficticia que seguro que habrá encontrado paralelismo en alguna historia
real. Monzón y el coguionista Jorge Guerricaechevarría (también colaborador en
el libreto de Celda 211 y compañero
habitual de Alex de la Iglesia en los guiones de sus películas) se empaparon
del oscuro mundillo de los jóvenes gaditanos que se dedican a pasar hachís
entre Marruecos y España en moto-lanchas (y que han creado casi una subcultura)
y dieron con un material dramático de primer orden que en esta película aparece
presentado en plan western contemporáneo con ecos también de thriller europeo.
Con localizaciones reales en Tarifa, Ceuta, Gibraltar, Tetúan o Ketama,
interpretaciones y situaciones verosímiles (dentro de un orden) y un sentido
crítico bastante notable centrado en la hipocresía de la sociedad actual y en
la manipulable línea que separa lo legal de lo ilegal o lo moral de lo
amoral, El Niño no ofrece humo en ningún momento ni tampoco un espectáculo
sin más ni más sino un drama-intrigo a dos bandas que avanza con paso firme y
funciona como un auténtico reloj. Quienes admiraron Celda 211 saben de las enormes virtudes de Daniel Monzón como
cineasta y como creador de inteligentes desasosiegos narrativos varios que en
esta película aparecen magistralmente presentados. Tal vez El Niño no sea superior como película a Celda 211, pero la gana en intensidad y poderío en su guión.
El Niño es un cruce entre dos historias con diferentes
personajes que podrían avanzar perfectamente cada una por su cuenta y que de
hecho cada una se visiona en la mayor parte del filme como un nicho respecto a
la otra historia sin que la progresión dramática de cada una se resienta con el
paso de un relato a otro. La confluencia final de ambas, casi casual (o no
tanto) es lo que justifica todo el intrincado de esta película, como dos
materiales que al combinarlos provocan una explosión. Por un lado tenemos a un grupo de policías
nacionales obsesionados en perseguir a los principales capos del trafico de
cocaína en el estrecho de Gibraltar con muy pocas pistas pero enorme insistencia,
y por otro a dos chavales veinteañeros gaditanos, de los que solo conocemos sus
alias y que están dispuestos a hacer negocio pasando hachís y maría en lanchas
rápidas a lo largo del estrecho, por encargo de mafias marroquíes: El Niño
(Jesús Castro) y El Compi (Jesús Carroza): lo que al principio para ellos es un
juego lleno de emoción pronto se torna en algo peligroso tanto por el asedio de
la policía (los mismo policías que tratan de seguir la pista de las mafias
inglesas y eslavas de la droga dura siguen con cierta rutina y desinterés a los
“camellos acuáticos”) como de los cárteles árabes que les patrocinan. El Niño y
El Compi, cada uno con diferentes grados de ambición y al final con distintas
motivaciones se convierten en involuntarios peones de un juego que creían
controlar pero que en realidad no es el suyo, con El Niño como principal
perjudicado al entrar en en liza otros elementos. Mientras tanto, los policías
con Jesús (Luis Tosar) a la cabeza y con
la ayuda de Sergio (Eduard Fernández) y Eva (Barbara Lennie) se afanan en
desenmascarar una compleja y sanguinaria trama que casi conciben como un
objetivo fundamental para el desarrollo de sus propias personas dentro de un
entorno policial demasiado esquivo y con cosas que ocultar.
Muy
bien rodada y con un ritmo muy adecuado,
Monzón no ha caído en la tentación de dotar a su película de un tono de
cine de acción propio del cine USA con escasas escenas de ese tipo pero eso sí,
excelentemente presentadas a la manera casi documental: es de reseñar en ese
sentido la última escena de persecución del helicóptero a la lancha. Con muchos
personajes que conforman varias viñetas en medio de las dos historias y una
gran riqueza de situaciones, registros (drama, comedia, intriga, cine
psicológico) y escenarios, El Niño ya
se postula como una de las mejores películas españolas del año. Unas excelentes
interpretaciones con unos Luis Tosar y Eduard Fernández magistrales como casi
siempre, la agradable sorpresa del debutante Jesús Castro y la mención especial
a otros jóvenes valores a descubrir como Jesús Carroza o Said Chatiby,
engrandecen una película que nunca debe ser vista como un filme que trata de
parecerse a un producto norteamericano, algo que se está diciendo injusta y
frecuentemente de los últimos trabajos de Daniel Monzón.
¿Agradable sorpresa del debutante Jesús Castro? Pero hombre, si no sabe hacer nada más que enfocar esos ojazos a cámara. ¡Y lo mismo en La isla mínima, por dios!
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