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Una
agradable sorpresa este pequeño gran filme rodado en coproducción por
Mauritania y Francia y que demuestra que cuando hay ganas de contar algo y un
mínimo de medios para hacerlo industrias cinematografícas tan precarias como la
mauritana- aunque con colaboración con Francia- pueden presentar películas tan
sugerentes como Timbiktu, un reflejo además del complicado momento histórico
que se vive en el mundo árabe y nominada a los Oscar 2014. Abdehrramane Sissako
un director muy bien dotado visualmente y con un estilo entre sobrio y poético
recurre a actores en su mayoría no profesionales para mostrar un retrato crudo
y amargo de la nefasta influencia del yihadismo en muchos pueblos árabes y
denunciando la barbarie moral que este movimiento ha introducido en el mundo
islámico.
Ambientada
en una aldea de Mauritania, se nos presenta una historia coral en la que varios
personajes- habitantes de la población- tienen que padecer las consecuencias de
la llegada de un comando yihadista que trata de imponer su integrista
perspectiva del Islam y del Corán, aunque el peso y la esencia del relato
residen en la historia de Kidane (Ibrahim Ahmed) un pastor del desierto casado
y con una hija que vive retirado, despreocupado y feliz hasta que un desgraciado
y fortuito incidente le pondrá en el punto de vida de los yihadistas. Un canto
a la intolerancia y al integrismo con un enorme valor didáctico para el público
más joven y que huye del exotismo fácil y los tópicos sobre el mundo árabe para
mostrarnos una historia que pude ser universal ya que en todo el mundo está el
evitar que cosas como las que describe esta película puedan seguir ocurriendo.
Imágenes crudas pero nada explícitas se combinan con momentos simbólicos y
hermosas imágenes con una sugerente paleta de colores desérticos reforzando la
belleza de los escenarios naturales. Una película imprescindible para todos
aquellos que gusten de una película diferente, conmovedora y desgraciadamente
real.
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