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Hubo
un tiempo, allá por los 90, en los que el cine cubano se puso de moda en los
países de habla hispana y en Europa…o más bien una película, Fresa y Chocolate (1993) del veterano
Tomás Gutiérrez Alea junto con Rafael Tabío, excelente filme que parecía
mostrar un engañoso aperturismo en la sociedad y la política cubana y que
además coincidió con una especie de cubamanía
que se vivió en España a mediados de los 90 y que iba entre la admiración
estética de la cultura cubana a la simplista idealización de su situación
sociopolítica (difícil eso sí por el injusto embargo de EEUU) y del régimen
castrista, moda a la que se apuntaron hasta gente de derechas y algún
oportunista que viajaba a Cuba con execrables intenciones. Pero desde el plano
estrictamente cinematográfico, al final no hubo ningún resurgir del cine cubano
(muy sujeto siempre a los condicionamientos del castrismo) y aquellos tabúes
que parecía romper Fresa y Chocolate
(relativa comprensión con quienes cuestionaban mínimamente los preceptos
revolucionarios y deseaban salir de la isla) fueron un pequeño pufo. En más de
20 años las películas cubanas que han logrado alguna distribución internacional
comercial o en festivales están contadas con el dedo de una mano mientras el
país trata de evolucionar como puede con algunos pequeños avances y cambios. Y
es que se echaba un falta desde hace años una película que reflejase la
situación actual en el país caribeño y en ese sentido Regreso a Ítaca, una producción francesa rodada en la isla con
reparto cubano, viene a cubrir muy, muy dignamente ese hueco gracias a un
esforzado trabajo del cineasta francés Laurent Cantet (Recursos Humanos, La Clase, Foxfire) quien ha rodado en castellano
en La Habana
este pequeño gran filme a partir de una obra del escritor cubano Leonardo
Padura (quien ah colaborado en la adaptación) con ciertas reminiscencias
teatrales y en donde los diálogos y el discurso de los personajes son lo
esencial en una película que carece de estructura planteamiento-nudo-desenlace.
Rethour á Ithaque nunca podría haber
sido una producción cubana incluso en al época actual si tenemos en cuenta que
su propósito es el de realizar un retrato desencantado de una generación (los
nacidos en los 50, la época de la
Revolución) que ha visto como todo aquello en lo que había
creído y que había sido parte de su vida, o mejor dicho, su vida misma y todo
su ser, ha terminado por destruirles y hacer de ellos seres inseguros,
temerosos y desdichados.
Es
esta en la realidad la segunda aproximación a Cuba de Cantet tras el filme
colectivo 7 días en La Habana (2012) y en esta
ocasión haciendo una magistral combinación entre la denuncia, el testimonio del
fracaso y la disección de las relaciones personales y de la amistad establece
un relato amargo y cruel pero veraz y honesto que llega a conmover en bastantes
momentos. Cinco amigos entrañales cincuentones y pre-sesentones se reúnen en la
azotea del domicilio habano de uno de ellos con motivo del regreso de Amadeo (Néstor
Jiménez), un antiguo aspirante a escritor que emigró a España en los 90 y que
regresa a su país. Una noche y una mañana en la azotea son testigos de las
inesperadas reacciones personales que ha provocado el inesperado anuncio del
amigo retornado: quiere quedarse en Cuba. A partir de allí todo un exorcismo de
los demonios interiores (personales y políticosociales) de los cinco amigos,
todos ellos afectados de uno u otro modo incluso en su vertiente más personal y
humana por las contradicciones y las deficiencias del gobierno castrista:
Gloria (Isabel Santos) una médico que fue gran amiga de Amadeo y su mujer
fallecida, Rafa (Fernando Hechavarría), un frustrado pintor, Aldo (Pedro Julio
Díaz Ferrán), un mecánico cuyo hijo veinteañero quiere irse de Cuba, y Eddy
(Jorge Perugorría, el protagonista precisamente de Fresa y Chocolate y el más
conocido por estos lares) un enriquecido pequeño empresario reflejo de la
tímida nueva situación de la Cuba
actual, son los otros cuatro personajes principales en un filme prácticamente
circunscrito a los citados intérpretes, quienes están soberbios los cinco. Al
final, cierto regusto amargo y descarnado para una película valiente y sincera
que muestra como el ser humano es algo muy complejo y sus sueños a veces pueden
convertirse en sus pesadillas.
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