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La
tendencia desde hace algunos años de Disney de realizar versiones en imagen
real de sus clásicos animados- como con 101
Dálmatas o La Bella Durmiente con resultados más bien discutibles-
cada vez va apareciendo menos acertada. Los resultados son previsibles,
rutinarios y con una más que evidente orientación supercomercial que lastra
cualquier intento de hacer filmes familiares de calidad. Curiosamente, en esta
ocasión Disney reincide en la jugada ya que en los 90 realizó dos olvidables
adaptaciones (en dos partes) de uno de los títulos más recordados de la
productora, El Libro de la Selva (1967) un
encantador filme animado (el primer largometraje tras la muerte de Walt Disney)
que adaptaba dos de los relatos de The
Jungle Book (1894) de Rudyard Kipling un clásico de la literatura juvenil
de todos los tiempos que reunía
diferentes relatos ambientados en las selvas de la India colonial del siglo XIX
repletos de animales salvajes parlantes y enseñanzas morales. Si en aquellas
dos ocasiones en 1994 (The Jungle Book)
y 1998 (The Jungle Book. Mowgli´s Story)
se apartó un tanto del tono festivo e infantil del clásico animado para
aproximarse (muy torpemente) al espíritu de los relatos originales de Kipling y
se contó con presupuestos medianos y pretensiones modestas, en esta ocasión se
va a saco en la adaptación-remake del largometraje animado y con un enorme
dispendio de efectos especiales que incluye increíblemente veristas animales
recreados digitalmente y la dirección de
un Jon Favreau (saga Iron Man) que se
limita a seguir las directrices impuestas por la todopoderosa productora con
oficio pero sin pasión, este nuevo Libro
de la Selva
es sencillamente un producto mercadotécnico, sin originalidad con respecto a
todo lo que el público supone erróneamente sobre la historia de Mowgli tal y
como Disney la contó en su día (y que solo tiene que ver lo justo con los
relatos de Kipling) y muy poco estimulante, aunque el público infantil
disfrutará con la consabida mezcla de acción, humor, animales y el sugerente
espíritu de una historia que pese a todo se ha sabido mantener. No obstante
sería injusto obviar buenos momentos en el filme, principalmente a la hora de
mostrar la perfecta interacción-adaptación entre los animales digitales, los
paisajes y el personaje de Mowgli (Neel Sheti) prácticamente el único personaje
real con peso de la película, así como la fotografía de Bill Pope resulta de
recibo.
Al
igual que el largometraje de animación, el guión toma como punto de partida los
relatos de la obra de Rudyard Kipling Los
hermanos de Mogwli y La caza de Kaa
que presentaban la infancia del protagonista, un niño perdido en la selva india
y criado por una manada de lobos al que un tigre, Shere Khan, jura venganza por
ser un “cachorro” de la raza humana a la que detesta. Si en aquella ocasión la
historia se adulteró bastante en esta se siguen más o menos los cambios del
filme de los 60 con alguna modificación que trata de dar un tono menos
edulcorado y más al gusto del público infantil de hoy (luchas encarnizadas,
villanos muy malotes, personajes que hablan como personas del siglo XXI) pero
al fin y al cabo alejándose una vez más de la fuente original. Tal vez la
supeditación del hecho de que la versión original haya recurrido a estrellas
para las voces de los personajes, como Ben Kingsley (Bagheera), Bill Murray
(Baloo), Scarlet Johansson (Kaa) o Christopher Walken (el rey Loui) hace que a
veces los animales actúen como personajes proclives al encasillamiento. No resulta
tampoco buena la idea de resucitar dos de las canciones de la fuente animada
disneyana (las dos más conocidas) ya que la sensación que provocan es que
sencillamente están de sobra. Por el contrario, algún hallazgo genial como el
homenaje cinéfilo que se hace a Apocalipse
Now en el encuentro de Mogwli con el Rey Loui resulta sencillamente de
chapó, aunque la reinvención del simio como un kingkonesco “gigantopitéco”
(sic) sea de juzgado de guardia. Una
película para pasar la tarde con los críos…y poco más.
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