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¿Es
una adaptación de El Principito de
Antoine de Saint-Exupery meterse en un embolado de no te menees? Si que lo es
teóricamente si nos atenemos a que se trata de una novela singular y peculiar
en su elemento poético-filosófico y en su juego de ser una obra dirigida a los
adultos disfrazado de cuento para niños. Pero esta producción de animación
francesa con participación norteamericana dirigida por el hábil Mark Osborne (Kung Fu Panda) ha sabido afrontar la
empresa con solvencia deconstruyendo la historia original inventándose una
nueva subtrama en lo que algo así como una adaptación “explicada y comentada”
(aunque sin florituras) del inmortal y precioso texto original que desde 1944
lleva fascinando a multitud de adultos que buscan incesantemente el niño
interior que todos por desgracia tenemos el peligro de perder para siempre. Una
historia inventada para la película (hecha por animación informática) con una
niña protagonista agobiada por la presión de sus progenitores para planificar
su vida dejándola casi ningún resquicio para desarrollar su niñez y diversos pasajes- no todos- de la novela de
Saint-Exupery rodados en animación tradicional stop-motion que la pequeña
protagonista descubre de la mano de su anciano vecino, un viejo y aparentemente
demente aviador que no es otro que un trasunto del aviador que se amista
profundamente con el protagonista del libro (alter ego a su vez del propio
autor de El Principito), conforman la
trama de una adaptación que si bien dista bastante de ser idónea o definitiva,
no defraudará a los seguidores de la novela ya que pese a su carácter de
versión más o menos libre contiene toda la esencia lírica y filosófica de la
obra, aunque tal vez de forma demasiado esquematizada.
El tono un tanto infantil de las secuencias
filmadas por ordenador- demasiado atadas en guión y en estética a los usos
comerciales del cine de animación de los últimos años aunque con algún detalle
singular e interesante- puede al principio no parecer procedente a los
seguidores de la novela pero a medida que la historia avanza los temores se
disipan gracias a unos últimos veinte minutos sugerentes y poderosos en donde
se justifica de modo brillante el significado y el por que de la inmortal
historia de aquel niño rubio que vivía en un diminuto asteroide preocupado por
su bella pero egoísta rosa y atribulado por el absurdo comportamiento de los
adultos que conoció en su viaje a otras estrellas. Las bonitas y logradas
escenas basadas en el texto original son de lo más destacable del filme,
fielmente basadas en los inmortales dibujos de su autor-ilustrador y hechas con
suma delicadeza y cierto encanto retro que dan que pensar que un filme
únicamente basado en el argumento original hubiese sido posible y con buen resultado.
Y aún hay más, ya que también hay escenas de animación de dibujos en donde las
ilustraciones de siempre cobran vida situadas en estratégicos momentos del
metraje. Aunque lastrada por las características de una historia bastante
difícil de adaptar y con las consabidas concesiones a la comercialidad, este El Principito- y no siendo la primera
vez que la obra llega a la pantalla grande- no será recordado como un clásico,
pero ha conseguido homenajear con dignidad a una obra irrepetible de la cultura
y del pensamiento universal y eso solo ya es motivo de elogios.
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