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Un homenaje al cine de evasión-espectáculo, esto es lo
que ofrece el último filme de Steven Spielberg al que le toca ahora la racha de
películas prácticamente seguidas a la que suele recurrir cada cierto tiempo
estrenando Ready Player One sólo unos
pocos meses después de Los Papeles del
Pentágono y dejando constancia una vez más de su variedad de registros
temáticos pues nada tiene que ver un filme con el otro. En esta ocasión,
adaptando una novela de ciencia ficción de Ernest Cline de 2011 que ha sido uno
de los últimos fenómenos editoriales en el género, el Rey Midas hollywoodiense
hace resurgir su vena de narrador de historias épico-fantásticas trufadas de
efectos especiales con un relato que en la novela original- y en este filme- es
un homenaje a la cultura pop de los años 80 aún estando ambientada en un futuro
distópico. Plagada de referencias a películas, canciones, videojuegos, series
de TV, juguetes, libros y otros objetos de los 80 (aunque también de los 70 y
90) presentes durante todo el metraje- son tantas que algunas pueden pasar
desapercibidas- esta película podría entrar en la últimamente tan abundante
categoría de producto nostálgico ochentero pero consigue sin duda ir mucho más allá y
teje una perfecta y esforzada muestra de cine-entretenimiento hecha con cabeza
con vistas puestas tanto en la crítica como en el público que no sólo juega
como nadie con los múltiples referentes del entretenimiento que presenta sino
que también consigue atrapar al espectador en su asiento con dosis de emoción,
adrenalina, aventura, tensión y suspense, como el buen cine de evasión de toda
la vida. Y todo ello con sentido del humor y tomándose a su misma lo justamente
(pero bastante) en serio que puede tomarse un filme de estas características.
En realidad, la historia es más bien simple y con una
estructura vista en mil y un productos
de ficción, pero el astuto guión que adapta la novela firmado por el propio
Cline y Zak Penn consigue elevarlo todo a la máxima potencia que la premisa lo permite
ayudada por una espectacular puesta en escena y efectos especiales digitales en
su mayoría de Motion Capture que no resultan en absoluto fatigosos como en
otras películas llenas de imagen digital, que en este caso es más de la mitad
del filme. Nos encontramos en el año 2045 en un planeta tierra empobrecido y
sin esperanza en donde las personas viven hacinadas en mastodónticos
conglomerados de viviendas ruinosas; el principal entretenimiento de la
población y su única vía de escape de la desasosegante realidad es un
alucinante juego de realidad virtual llamado Oasis, que permite vivir en un
mundo irreal mediante avatares fantásticos de los jugadores en donde se lucha y
compite por los típicos objetivos de los videojuegos solo que esta vez de
manera sofisticada y casi realista. En
Columbus, Ohio, el adolescente Wade Watts (Tye Sheridan), cuyo avatar Percival
se hecho celebre por sus hazañas, está decidido a encontrar la llevar a cabo prueba que uno de
los creadores del juego, James Halliday (Mark Rylance) ha dejado tras su
muerte: encontrar un easter egg en el
mundo de Oasis que supondrá la propiedad de la empresa al ganador. Además de
Wade/Percival, el resto de infinidad de jugadores entrarán en la competición
así como la compañía IOI liderada por su maquiavélico presidente Nolan Sorrento
(Ben Mendelsohn) cuya finalidad con Oasis no parece nada clara. La irrupción en
la búsqueda del avatar Art3mis (Olivia Cooke) pronto empieza a clarificar las
cosas y la misión se convierte en una peligrosa y emocionante aventura en
mundos virtuales.
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