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Ha tardado 30 años en realizarse una secuela de una
cinta española tan mítica como Amanece
que no es poco (1988) aquella comedia surrealista-esperpéntica española que
se ha convertido en un filme de culto. Sin ser una continuación en su sentido
estricto, este nuevo filme de el veterano y hábil José Luis Cuerda - que
regresa al registro de la comedia después de Así en el cielo como en la tierra (1995) y un puñado de excelentes
películas dramáticas- es más bien un pastiche de Amanece (basado en una novela del director) en donde eso si vuelve
a aparecer el esperpento puramente ibérico, un reparto coral, ambientación
costumbrista y cierta crítica social, elementos estos no obstante ya presentes
en otras comedias del director. Y la sensación con respecto a aquella película
es que Tiempo Después es claramente
inferior: diálogos poco geniales, personajes cómicos no tan logrados como en
otros filmes de Cuerda y sobre todo un cierto desdén en todo el conjunto en
general, casi como que el realizador ha dirigido con pocas ganas una película
de la que tal vez se haya pensado que su sola condición de segunda parte de Amanece que no es poco iba a hacer que
funcionase con piloto automático en cuanto a la aceptación de crítica y de
público, aún ha costa de incluir guiños y situaciones metarreferenciales en
esta película que evocan decididamente a aquel clásico. Pues nada de eso, por
desgracia.
La historia, ambientada en un lugar indeterminado
(España, casi seguramente) en el año 9177 parte de una divertida premisa propia
de la ficción de anticipación postapocalíptica en donde en el planeta tierra
solo queda un (vasto) edificio en pie en donde viven las élites gobernantes y
varios comerciantes y profesionales más bien sacados del siglo XX, rodeado de
algunos poblados en donde viven en condiciones casi primitivas los desempleados
y más desfavorecidos. La decisión de uno de los habitantes del poblado de
vender de forma ambulante limonada empezará a hacer tambalear el supuesto orden
establecido de esa descacharrante nueva sociedad derivando en un conflicto casi
bélico. Así, entre gags algunos bastante afortunados y otros insípidos y
momentos del consabido y esperado humor surrealista presentado de manera
rutinaria y ya sin aquel factor novedoso que hizo de Amanece todo un clásico, la película trata de arrancar la risa en
el espectador sin apenas conseguirlo. La revisión del componente
Azcona-Berlanga y del esperpento hispánico ya no funciona como hace treinta
años y todo suena gastado y repetitivo. La legión de actores que intervienen se
encuentra un tanto deslavazada y errática pese a exhibir bastante oficio en la
mayoría de los casos. La combinación de nombres con recorrido (Miguel Rellán,
Saturnino García, Gabino Diego, Darío Adanti, Joan Pera), con valores de la
interpretación española más recientes (Roberto Álamo, Manolo Solo, Blanca
Suárez, Antonio de la Torre,
Secun de la Rosa,
César Sarachu), cómicos del momento (Joaquín Reyes, Arturo Valls, Berto Romero,
Eva Hache, Carlos Areces, Andreu Buenafuente) y alguna joven promesa (Nerea
Camacho, Estefanía de los Santos) no termina de funcionar pese a la voluntad
puesta. Una pequeña decepción que no quedará en ningún anal del cien español.
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