domingo, diciembre 06, 2020

BABY

 

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Juanma Bajo Ulloa a principios de los 90 era uno de los directores españoles más prometedores con dos primeros filmes que obtuvieron enorme reconocimiento por la crítica y hoy día son dos obras de culto: Alas de Mariposa (1991) y La Madre Muerta (1993), pero tras un filme muy diferente a los que había hecho hasta entonces y que resulto la película española más taquillera hasta el momento, la un tanto histriónica comedia Airbag (1997) desencuentros con la industria cinematográfica hicieron que su actividad se mermara  y sus largometrajes se espaciaran cada vez más en el tiempo dando la sensación de que el realizador vitoriano había sido un gran bluff. Pero en 2020 su sexto largometraje de ficción en casi 30 años devuelve aquellas grandes expectativas que como director intimista con cierto punto poético oscuro y como excepcional narrador se forjó hace mucho tiempo atrás, pudiéndose considerar su mejor trabajo hasta el momento. Un filme arriesgado y con vocación casi experimental, sin ningún diálogo y con una puesta en escena diferente que bebe del cine fantástico y del de terror sin adscribirse a esos géneros, Baby es cine en estado puro que juega con la  metanarrativa de su guión y nos acerca a escenarios de cuento de hadas siniestro jugando con lo inquietante, el suspense, el surrealismo y sobre todo con el poder de las imágenes con una excepcional fotografía, sin olvidar el papel fundamental que cumple la soberbia banda sonora de Bingen Mendizabal y Koldo Uriarte. No ha conseguido el gasteizarra una obra maestra absoluta a causa de no poco momentos cargantes y un poco gratuitos pero su afán experimental a la hora de conseguir una gran película se puede decir que ha sido más que exitoso.

Rodada en Vitoria-Gasteiz y otras localizaciones de Álava con un no muy extenso reparto internacional, Bajo Ulloa captó durante varios años algunas imágenes de la naturaleza, paisaje y animales que aparecen en este filme a modo de piezas de collage bien insertadas la mayoría de las veces y otras no tanto pero con un efecto final por lo general de enorme poder sugestivo. Esta claro que era harto difícil el combinar las imágenes sin personajes de supuesta intencionalidad simbólica con la importancia de actuación de las actrices (todas mujeres) en un filme de estas características donde la expresión corporal en diferentes acciones  y situaciones es esencial y no pocas veces muchas escenas esconden dobles sentidos y un equívoco trasfondo de los personajes. La historia se plantea con una estructura muy simple (pero al mismo tiempo muy confusa y laberíntica) donde tenemos a una joven toxicómana residente en Vitoria (interpretada por la británica Rosie Day) que da a luz en su cochambroso piso y pocos días después ante la imposibilidad de poder cuidar al bebé y ansiosa por conseguir dinero para droga decide vender al niño. Las compradoras son tres mujeres que aparentemente forman una familia compuesta por una abuela excéntrica e inquietante (la norteamericana Harriet Ransom Harris), una hija de comportamiento y aspecto extraño y desequilibrado (la hispanobritánica Natalia Tena) y una nieta de unos 12 años con una curiosa tendencia a disfrazarse (la española Mafalda Carbonell, pequeña gran actriz); no obstante pronto la protagonista se arrepiente de su decisión y decide acudir al siniestro caserón familiar donde viven las compradoras del bebé (al que han acostado en una cuna hecha con ramas) para tratar de recuperarlo escondida entre las sombras de la residencia. Es perceptible que aquí hay elementos de los cuentos de los hermanos Grimm en cuanto la oscuridad de una historia en donde el mal se percibe entre tangible y onírico-fantasioso y en donde el realismo apenas se disipa en un muestrario de imágenes bizarras, vestuarios extravagantes y un surrealismo a veces fascinante y otras pedante y gratuito. También es notable la presencia de elementos de Tim Burton, el David Lynch más excesivo e incluso algún apunte buñueliano, fuentes que Bajo Ulloa moldea con corrección aunque el personalismo y la originalidad tratan de imponerse en todo momento.

El reparto funciona a la perfección con un estupendo trabajo de las actrices a la hora de transmitir sensaciones y emociones sin diálogos aunque lo confuso de algunos personajes (el de la joven rubia) a veces da una sensación de estrambote que hace que no lleguen al espectador. Destaca sobre todo Rosie Day como la protagonista, una muchacha que no cejará en su objetivo en una misión más kafkianamente imposible de lo que parecía en un principio y en donde se enfrentará a ella misma y su miseria personal y a diferentes juegos de apariencias (los cuales también pueden fatigar al espectador, por cierto). Con el bebé como elemento simbólico de cierto sentido religioso (otro tema que la película toca dentro del tratamiento bizarro del conjunto) y otros símbolos (el chupete de nácar) que resultan más equívocos, puede que esta película -que no será en absoluto plato para todos los gustos- precise de más de una visión para ser correctamente apreciada, pero una vez que se ve se tiene la certeza de estar ante una estupenda y valiente película que pone de manifiesto que el medio cinematográfico aún puede darnos inesperadas sorpresas

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