*** y 1/2
Esta claro que un biopic al uso sobre la princesa Diana
de Gales no hubiese sido una idea muy original y ni tan siquiera interesante,
pero hete aquí que Pablo Larrain ha conseguido gracias a una aproximación novedosa
y arriesgada a dicha figura un filme que sin aspirar a ser la biografía
cinematográfica definitiva de Lady Di resulta un retrato digno, sugerente y
emotivo que muestra con certeza y maestría muchas claves vitales de la célebre princesa
de Gales, aquella mujer que enamoró al mundo a finales del siglo XX y cuya trágica
historia, con mayor o menor fortuna, ha sido mil veces contada. El cineasta
chileno sigue consolidándose en Hollywood con una nueva semblanza histórica femenina, tan o más
lograda que la que consiguió con Jacqueline Kennedy en Jackie (2016), fijando la trama en un momento temporal muy concreto
y recurriendo al drama psicológico no ya solo más intimista sino más psicoanalítico
y sin renunciar a elementos de difícil digestión para el gran público asemejándose
a una especie de monólogo-soliloquio interior de la princesa de Gales en un momento
crucial de su vida y dispuesta a tomar una decisión con la que pretendía
cambiar su desdichada existencia junto a su marido el príncipe y junto a los
Windsor. En ese sentido, la interpretación de Kristen Stewart es magistral en
un papel muy difícil y lleno de matices: suena a Oscar.
Spencer muestra desde el principio sus cartas y nos anuncia que es más que un drama y pronto aparecen momentos simbólicos, bizarros y surrealistas que sin caer en la caricatura en ningún momento cumplen con creces su función que no es otra de la de mostrar el caos mental de Diana en el momento de la cena de nochebuena de la familia real británica en 1991. Consciente del fracaso de su matrimonio, ansiosa, bipolar y con problemas de bulimia nos encontramos con una Diana al borde del colapso mental y casi rozando la locura en un entorno palaciego que para ella casi es pesadillesco. La maestría del guión firmado por Steven Knight, la dirección cuidada de Larrain y la actuación de Stewart consiguen en una historia casi de puro gótico británico (incluidas “apariciones” de Ana Bolena) que los confusos pensamientos, sentimientos y sensaciones de la protagonista, dominados por el miedo y el temor al fracaso y que nos muestran a una Lady Di capaz de los actos más extravagantes, aparezcan nítidos y totalmente transmitidos al espectador. Junto con la actriz protagonista los únicos personajes destacables son el príncipe Charles (Jack Farthing) sus dos hijos (Jack Nielen y Freddie Sprie) y dos personajes ficticios, el mayordomo Alistair Gregory (Timothy Spall) y la modista Maggie (Sally Hawkins); estos dos últimos cumplirán un papel especial en el devenir de Diana durante esos dos días. Curiosa, excéntrica y cautivadora aunque a algunos su extraño ritmo les parecerá soporífero, Spencer es una película que como drama resulta completa ya que deja claramente abierta una puerta a al esperanza y un mensaje positivo en medio de tanto caos, algo a lo que la propia Diana Spencer se aferró y consiguió en sus últimos años.
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