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Martin McDonagh, director angloirlandés, sorprendió en
2008 con Perdidos en Brujas, un
curioso drama-thriller con gran éxito de crítica protagonizado por los
irlandeses Brendan Gleeson y Colin Farrell, dos de los actores de ese país de mayor
fama internacional. Catorce años después ambos repiten en un film de McDonagh -que
en 2017 firmó la estupenda Tres Anuncios
en las Afueras, su obra maestra- y en una película bastante diferente en cuanto
a tono con respecto a Perdidos en Brujas
pero en donde el realizador y guionista vuelve a demostrar incluso con más argumentos
y logros su dominio de la narración cinematográfica y su habilidad para conseguir
emotividad sin sensiblerías, originalidad en los planteamientos y además una
excelente dirección de actores. The Banshees
of Inisherin juega sus fichas en un tablero basado en la sencillez (costumbrismo
realista, un escenario rural con personajes mundanos, una historia sin
aparentemente grandes acontecimientos) ofreciendo
en realidad un hondo drama psicológico en donde la lucha por la felicidad y los
esfuerzos por mantener la amistad están en juego por parte de los personajes. Un
relato contado casi a manera de fábula en donde se perciben muchos de los
defectos intrínsecos del ser humano (egoísmo, avaricia, desprecio) y que acaban
por condicionar y desestabilizar a los protagonistas. Pádraic (Colin Farrell)
representa la inocencia y el deseo por hacer el bien (y honrar y agradar a su
amigo) mientras que Colm (Brendan Gleeson) es el interés propio y no duda en terminar
su amistad con Pádraic cuando cree que este ya no le puede aportar nada. El
enfrentamiento entre ambos hombres va creciendo poco a poco y las fronteras entre
sus personalidades y sus creencias éticas terminarán también difuminándose. Al
mismo tiempo, otros personajes - el violento y ruin alguacil Kearney (Gary Lydon),
su descentrado y sufriente hijo Dominic (Barry Keoghan), y Siobhán (Kerry
Condon) la hermana de Pádraic, la voz de la sensatez- también mostrarán sus
miserias a media que al tensón humana entre los dos antiguos amigos va
aumentando.
El enmarcar la historia en una pequeña y remota isla de la costa irlandesa (la ficticia Inisherin) en 1923 transcurriendo la Guerra Civil en Irlanda no es un anecdótico sino que obedece a ese minimalismo de planteamientos que antes hemos comentado: un entorno así, con personajes casi aislados del “mundo exterior” sublima la muestra de los sentimientos y emociones de estos, verdadera base de la historia, así como sus comportamientos, a veces tan salvajes, primitivos y también grotescos y hasta irracionales, fruto de su percepción más o menos pura y sin aditivos de la realidad y de las relaciones humanas. Los dos actores protagonistas están sensacionales especialmente Farrell como un hombre de pocas luces pero en realidad con las ideas muy claras. McDonagh en su afán de dotar al filme de un tono antropológico no desdeña por supuesto la potencialidad del paisaje y la idiosincrasia irlandesas y es fácil encontrar ecos, por supuesto, de El Hombre Tranquilo o incluso de El Amigo Fiel de Oscar Wilde además de cierta influencia en el realismo mágico cruzado con un curioso homenaje a Ingmar Bergman en el personaje de la inquietante Señora McCormick, algo así como una variante del personaje de la Muerte de El Séptimo Sello. Un nuevo acierto de Martin McDonagh que pese a no tener una filmografía muy amplia está bien nutrida de momentos de gran cine.
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