*** y 1/2
Los lazos que unen a dos persones a priori diametralmente
opuestas y que terminan descubriéndose mutuamente y a su manera, amándose, es
lo que cuenta esta pequeña pero estupenda película francesa de los debutantes
Jeanne Aslan y Paul Saintillan. Los vaivenes de la adolescencia y de la primera
juventud marcan a sus protagonistas, especialmente al personaje central de la
cinta, la muchacha de quince años Stephanie, llamada Fifi (Céleste Brunquell),
una adolescente de familia modesta y desestructurada que busca superar su
anodina existencia y el influjo negativo de su familia: en definitiva, busca
una felicidad que al principio se le hace imposible pero después y de manera
azarosa parece encontrar. Una peculiar historia de maduración que consigue con naturalidad
y sin recursos forzados que nos encariñemos con Fifi y comprendamos sus circunstancias
y sus motivaciones- a veces un tanto impulsivas, fruto de la inexperiencia de
su edad- y en definitiva podamos
degustar de un filme honesto y conciso.
Se percibe cierta influencia actualizada de Eric
Rohmer sin en ningún momento desatender las circunstancias actuales de la
juventud, pero el mensaje es netamente atemporal. Stephanie, que intenta
conseguir sus propios ingresos trabajando de recadera de la vecindad al tiempo
que trata de esquivar los aspectos más desagradables de su existencia cotidiana
(la pobreza de su familia, la mala influencia de una madre inestable, los
vaivenes de sus hermanas mayores, el deficiente papel paterno de su padrastro),
consigue las llaves de la lujosa vivienda familiar de una amiga de posición
acomodada mientras sus ocupantes están de vacaciones estivales y decide “ocupar”
la residencia y pasar allí una mañana con los lujos que ella no conoce cuando
se presenta sorpresivamente Stephan (Quentin Dolmaire) el hermano mayor
universitario de su amiga. Este termina aceptando la presencia de la chica e
incluso le anima a colaborar remuneradamente en su trabajo veraniego desde casa,
hincándose así una relación de amistad bastante peculiar (lindando equívocamente
con el romance) que hace a Fifi cambiar en bastantes aspectos por el descubrimiento
de un mundo nuevo y desconocido para ella, el de la “normalidad”
Estamos ante una película que sin grandes alardes llega a conmover y que sabe equilibrarse entre el drama y la comedia. No es la típica historia de amor veraniego idílico y es más otras muchas cosas cuya catarsis llega al final de la película, momento en el que descubriremos que Fifi ha cumplido sus verdaderos propósitos. Otro nuevo acierto de la orfebrería cinematográfica francesa.
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