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A sus casi 80 años Wim Wenders no solo sigue aún firmando grandes películas sino que es capaz de seguir evolucionando e incluso experimentando, si bien esto último de una manera más bien contenida. Cierto que el mítico realizador alemán autor de El Amigo Americano, El Estado de las Cosas, Paris,Texas o El Cielo sobre Berlín ya no es aquel sorprendente artesano-filósofo de la imagen que tanto influyó en el cine europeo e internacional independiente de los 80 y 90, pero aún se muestra inquieto y con ganas de aprender de la cultura y cinematografía de otros países, como es en este caso el cine nipón aunque nos ea la primera vez que el cineasta se imbuye en el mundo japonés. Perfect Days es, efectivamente, una película japonesa (aunque en coproducción con Alemania) rodada en japonés con reparto de ese país y que a través del drama-comedia con tintes intimistas y el protagonismo de personajes extraños y solitarios marca de la casa Wenders explora la temática de la rutina de la existencia humana y de como una actitud más o menos entusiasta y dispuesta hacer todo lo mejor posible disfrutando de pequeños placeres de la vida aunque estos solo puedan ser nimios o incluso insignificantes puede llevar a la felicidad pese a que, en resumidas cuentas, todo sea una mierda. Una casi inapreciable e inconsciente rebelión contra la mediocridad y lo anodino de la vida llevada a cabo por un personaje, Hirayama (Koji Yakusho), que con su existencia solitaria, silenciosa y rutinaria consigue vivir su vida de un modo para él satisfactorio.
El curioso elemento que centra el devenir del filme es la ocupación profesional de Hirayama, que es la de limpiador de los sorprendentes y un tanto bizarros aseos públicos japoneses, atrea a la que se entrega en cuerpo y alma y que es la que principalemente le depara su más bien pobre contacto con la gente. Asistimos a diferentes días en la vida del protagonista en donde repite todo de manera ritual (su empleo por la mañana, su costumbre de recoger ramas y esquejes y guardalos en su apartamento, su gusto por oír todas las mañanas en su coche viajas cintas de cassette de clásicos del rock de los 70 y 80) haciéndola variar mínimamente. Naturalmente para que una historia así lleguea (muy) buen puerto se necesita un guion sólido y una puesta en escena impecable, elemntos que esta película cumple con creces y es que, claro está, detrás está todo un Wim Wenders. Un filme que presenta la cualidad más atmosférica e hipnótica de parte de su filmografía remozada con los tropos habituales del cine oriental actual -parquedad descriptiva, ritmo más bien pausado- en los que el veterano cineasta obviamente se desenvuelve con soltura. Como también es característico en el cine de Wim Wenders el uso prácticamente narrativo de la banda sonora, en este caso con clásicos de Lou Reed (como el temazo que da título al filme), Velvet Underground, Patti Smith, Van Morrison y otros. Otra gloriosa muesca más en la extensa filmografía de un mito viviente del cine.
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