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Agradable sorpresa laque produce esta película española que tuvo una muy buena acogida en el festival de Sundance y que confirma la valía del joven director Gonzalo López-Gallego. El Rey de la Montaña es un thriller inusual y enigmático, rodado al aire libre y en plana naturaleza, con un reparto muy breve encabezado por el argentino habitual en el cine español Leonardo Sbaraglia y la jovencísima María Valverde. Unos valles y campos de la provincia de Soria - localización inusual para una película de estas características- son el escenario de esta mezcla de cine de acción y thriller psicológico con una inquietante y kafkiana premisa argumental. Qim, un joven del que apenas sabemos nada es robado en una estación de servicio en la autopista por una chiquita con al que tuvo minutos antes un fugacísimo encuentro sexual. Siguiendo su rastro en coche, Qim llega a la carretera de una abandonada zona rural y montuna donde halla a Bea, al joven, pero ambos son atacados por los disparos de unos supuestos cazadores que al parecer van a por ellos, sin conocerse el motivo. Ambos inician entonces una huida monte a través y recorriendo inquietantes pueblos abandonados tratando de huir de los disparos de sus misteriosos perseguidores.
La película en un momento dado experimenta un cambio de protagonismo y da cierto vuelco conceptual y de punto de vista, y es ahí donde el relato se vuelve más apasionante. La historia reflexiona sobre la violencia y su avasalladora presencia en la vida cotidiana, y, sin llegar a grandes conclusiones, ofrece un punto de vista final bastante estremecedor. La película, pese a su carencia de medios, utiliza muy bien elementos del western, del cine de acción y del thriller, sin renunciar al drama, a la reflexión psicosocial y a cierto componente antropológico. Hay escenas muy bien rodadas, las secuencias están excelentemente montadas y en todo el metraje se consigue excelentemente la sensación de huída desesperada de los protagonistas. Debe resultar difícil rodar un filme así, en plena naturaleza y en donde fotograma a fotograma a penas se repiten escenarios. El regusto final que deja es algo amargo, aunque tal vez sea necesario pro parte del espectador dar vueltas al tarro sobre las motivaciones y comportamientos de los protagonistas, ejercicio este que no siempre es fácil. Es una buena noticia que en el cine español se hagan películas así. Innovando un poco se saldrá de la paupérrima situación que vive en la actualidad
La película en un momento dado experimenta un cambio de protagonismo y da cierto vuelco conceptual y de punto de vista, y es ahí donde el relato se vuelve más apasionante. La historia reflexiona sobre la violencia y su avasalladora presencia en la vida cotidiana, y, sin llegar a grandes conclusiones, ofrece un punto de vista final bastante estremecedor. La película, pese a su carencia de medios, utiliza muy bien elementos del western, del cine de acción y del thriller, sin renunciar al drama, a la reflexión psicosocial y a cierto componente antropológico. Hay escenas muy bien rodadas, las secuencias están excelentemente montadas y en todo el metraje se consigue excelentemente la sensación de huída desesperada de los protagonistas. Debe resultar difícil rodar un filme así, en plena naturaleza y en donde fotograma a fotograma a penas se repiten escenarios. El regusto final que deja es algo amargo, aunque tal vez sea necesario pro parte del espectador dar vueltas al tarro sobre las motivaciones y comportamientos de los protagonistas, ejercicio este que no siempre es fácil. Es una buena noticia que en el cine español se hagan películas así. Innovando un poco se saldrá de la paupérrima situación que vive en la actualidad
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