** y 1/2
Otra oportunidad desaprovechada de hacer una buena y sugerente película de ciencia ficción. Aunque la premisa de esta película en sí es bastante jugosa, como solo ser habitual en los últimos años en el género la cosa se queda muy a medias. Andrew Niccol, director y guionista especialista en rocambolescas historias con bastantes juegos de apariencias y ocultación de la verdad (Gattaca (1997), El Señor de la Guerra (2005) o guionista de El Show de Truman (1998) ) quiere y no puede ofrecer un filme de ciencia-política-ficción de calidad y con ideas claras y mensaje rotundo y en su lugar firma una historia interesante pero con muchos altibajos y con un fallido mensaje sociopolítico (muy oportuno en estos tiempos de crisis) que alerta sobre los intereses de los poderosos y su falta de moral a la hora de utilizar, engañar y manipular a la población para conseguir sus fines. In Time presenta una distópica sociedad futura en un siglo indeterminado (aunque muy parecido al siglo XXI) en donde el ser humano deja de envejecer a los 25 años y tiene que conseguir tiempo adicional (horas, días, meses, años) para seguir viviendo -sin envejecer-; por ello no existe el dinero como tal y las personas pagan con tiempo, que es la posesión más preciada de los nuevos habitantes de este planeta. Existen ladrones de tiempo, bancos de tiempo, magnates del tiempo en una sociedad dividida en dos clases: los que controlan la distribución tiempo y los que no. En medio de este alucinante orden social surgen los consabidos rebeldes, en esta ocasión un joven marcado por la muerte por “agotamiento de tiempo” de su madre y que por ello decide rebelarse contra un sistema que cree injusto. Pero por desgracia, lo que podía ser una historia que bien explotada y contada sería una película fascinante se queda en un filme del montón que con estructura de thriller satinado con alguna reflexión filosófico-humanista y un mensaje inocentemente rebelde no logra despegar a la hora de ofrecer un relato atrayente y sólido. Una pena porque mimbres había en la historia.
Uno de los principales errores de In Time es no explicar muchas claves de la inquietante sociedad futura que nos presenta: ¿Cómo se origino realmente?, ¿Qué es lo que cambió en el mundo para que el dinero ya no tuviese valor?, ¿Cómo es la estructura política de esta nueva sociedad? Aquí Niccol decide pasar por alto cualquier explicación consiguiendo que la película muchas veces plantee interrogantes que no tienen respuesta y por lo tanto frecuentemente haya momentos que no haya por donde agarrarlos. Parece que en lugar de adentrarse en los cánones de escritores de ciencia ficción como Philip K. Dick o William Gibson que hubiesen hecho con este planteamiento obras sublimes, se ha optado por tomar y revisar temáticas existentes en fuentes tan dispares como Momo o La Fuga de Logan con un barniz de crónica de rebelión bastante inofensiva que no consiguen levantar el inconsistente interés de la película. Una estética que trata de resultar original mezclando elementos pseudoapocalípticos con modernidades de los 2000-2010 y alguna “antigüedad” de siglos anteriores resulta tan vistosa en algunos momentos como tremendamente cansina y opaca cuanto más avanza la película. El protagonista, el cada vez mas omnipresente Justin Timberlake no muestra el necesario carisma para interpretar a un creíble héroe anti sistema y lo mismo se puede decir de Amanda Seyfried, que interpreta a una niña rica del nuevo orden que se une a Will en su batalla contra la clase gobernante. En el momento en que vemos a Will y Sylvia convertidos en unos Bonny and Clyde futuristas con connotaciones tarantinianas la película, que hasta el momento se había mantenido en niveles en ocasiones bastante aceptables, cae a pique. No obstante, sería injusto no reconocer que los mensajes del filme (las injusticias se pueden combatir por muy poderoso que sea quien las produzca; la inmortalidad puede ser un don anhelado pero también la más terrible condena) no son moco de pavo, pero dentro de una película irregular dicen muy poco.
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