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Zhang
Yimou parece haber retomado su pasión por el melodrama puro y duro tras varias
incursiones en el cine épico de época y de nuevo realiza una película de
factura más bien sobria, alejada de la pomposidad visual de Hero (2002) o La Maldición de la Flor
Dorada (2004) y de las batallitas y artes marciales al gusto occidental que
adornaban algunos de sus últimos trabajos. Inspirada en una novela de Mi Ai
ambientada en la China comunista de los años 70, El Amor bajo el Espino Blanco es un melodrama realista que se
presenta como un relato de amor puro y duro y que con un estilo narrativo muy
austero pero al mismo tiempo expresivo consigue mantener el interés del
espectador en una historia de amor imposible extraña e inocente que en lugar de
caer en el almíbar (al menos en la mayor parte del metraje) prefiere apostar
por la descripción naturalista de la vida cotidiana en una época de la historia
de China (la China de Mao) y cierto componente poético conseguido por logrados
momentos de viñetas visuales. Un amor muy difícil el de una adolescente, Jing
(Zhou Dongyu) y un veinteañero, Sun (Shawn Dou), ella una estudiante de
secundara que es enviada a una comunidad rural para “reeducarse” en la actividad
campesina, según los usos maoistas, y el un joven hijo de militar con una
posición más o menos aventajada dentro del complejo mundo de la República
Popular China del siglo XX. El hecho de
que Jing sea hija de simpatizantes capitalistas represaliados y su padre
sea preso político pone a la joven
constantemente bajo la espada de Damocles en cuanto que cualquier traspiés
puede ocasionarle problemas por su teórica deslealtad al régimen y eso no
facilita las cosas en su extraña relación con Sun. Todo el trasfondo de la
situación de la China de la época y el peso del pasado en su familia hará que
la joven e inocente Jing sea incapaz de amar como es debido a Sun afectando
seriamente a la concepción de las relaciones amorosas de la joven y a su visión
de su propio lugar en el mundo.
Pese
a algún artificioso momento romántico la película logar captar mediante bellas
imágenes, símbolos, silencios y alguna omisión narrativa (explicitada o no) la
suma crudeza de una historia en donde su protagonista tiene que luchar y sufrir
lo indecible para conseguir sus deseos en un entorno frío, preestablecido,
artificioso y autoritario y luchar contra sus propias dudas e inmadurez
adolescente. La joven actriz Zhou Dongyu, premiada en al Seminci de Valladolid
la verdad es que realiza un trabajo de diez a la hora de dar total credibilidad
a un personaje más complejo de lo que parece y sin perder en ningún momento un
irresistible encanto juvenil (es una pocholada). El final de la película,
emotivo y de nudo en la garganta, puede
resultar un tanto pedante, pero seguro que hace derramar alguna lagrimita a los
más sensibles. Pero esta no es una película de excesos sensibleros sino una
sólida y honesta historia que demuestra como la poesía, el realismo social, la
denuncia histórica y el melodrama romántico pueden estar unidos ofreciendo un
relato genial y sólido. Un nuevo acierto del mejor cineasta chino vivo.
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