II
La vida de un hombre se divide en
dos partes: antes y después de que hayas cometido el gran error de tu vida. Yo
mismo he llegado a esa conclusión no se como porque que yo sepa no he cometido
ningún error que pueda ser calificado como el error de mi vida. Pero siempre he
tenido un miedo terrible a cometerlo y que me vida tenga un después de. Y ya se
sabe que los después de son más catastróficos que los antes de aunque lo que
hayas hecho en el medio sea algo bueno, con lo que si la lías parda ya puedes
estar perdido para el resto de tus días. Algo me decía aquella noche un día
después de recibir la visita de Marge Dugan que el gran error de mi vida estaba
a punto de cometerse. Me gustaría saber si las mujeres también están
predestinadas a cometer el gran error de su vida y después arruinarla, pero
intuyo que no necesariamente y cuando cometen el error es siempre a costa de un
hombre y ellas siempre salen beneficiadas. Maldita sea, vaya si lo se. A veces
hubiese preferido que mi madre hubiese dado a luz a una niña y ahora yo sería
Frances Prewitt, una prostituta de tres al cuarto (el único oficio en el que
una mujer no engaña a un hombre)
Esa misma mañana yo había concertado
una cita con el socio de Dugan, un tal Moses Edelstein. Cual fue mi sorpresa
cuando llegué a la puerta de su residencia hacia las ocho de la noche una
multitud de policías, fotógrafos de prensa y gentes rodeaban al cadáver de Edelstein.
Esto no entraba en mis cálculos en cuanto que yo pretendía preguntar cuatro
tonterías a aquel ricachón y después visitar a Marjorie, cuya casa propiedad de
los Dugan se encontraba junto a la de Edelstein, y hablar con ella largo y
tendido sobre el asunto en su dormitorio. Incluso había confeccionado aquella
mañana una lista de posibles enemigos de los Dugan que resultó ser una
auténtica chapuza porque pese a que incluí en ella a buenos elementos del hampa
de NYC ninguno tenía ninguna razón para extorsionar ni amenazar a su hija (y
tampoco para cargarse a su socio) básicamente porque todos estaban muertos; yo
mismo me los fui cargando año tras año desde que empecé este maldito negocio.
Lógicamente quedaban aún muchos grandes delincuentes haciendo de las suyas por
la ciudad pero que quieren que les diga, ni me he molestado en conocerlos,
bastante he tenido con devanarme los sesos sobre lo divino y lo humano cada
noche después de cada caso mal de infidelidades matrimoniales mal resuelto.
A Edelstein le habían disparado al
salir de su casa sobre las 7:30 PM, eso era lo que decía la policía. Su muerte
tenía relación clara con las amenazas a Marjorie Dugan y estaba claro de que
alguien trataba de meterla miedo. Quienquiera que fuese, si solo pretendía
atemorizarla había ido demasiado lejos. Lo de los anónimos era mucho más limpio
y discreto, no se por que diablos no siguieron ese camino. Yo me había citado
con Marjorie en su domicilio a las 9:00 PM, pero esa calamidad iba a arruinarme
la cita, intuí.
- ¿Tiene idea de quien ha podido
hacer esto, Prewitt?- me preguntó el comisario
Ballpen en la escena del crimen mientras se llevaban el cadáver del
maldito ju…de Edelstein.
- No cabe duda que alguien que trata
de hacerse con el dinero de los Dugan y está extorsionando a su hija,
comisario. Y espero que no me pise el caso como la última vez.
- Lo que tenía que haberle pisado es
el juanete, Prewitt. Por cierto, ¿Qué hay del dinero que me debe?
- ¿Se refiere a lo del póker? Yo no
pago a tramposos a menos, que ya sabe…
- Si, que abandone este caso y le
deje a usted hacer el ridículo como de costumbre
El comisario soltaba una retahíla de
palabras irritantes que cercenaban la poca dignidad que me quedaba después de
que hace un año me presentó a una tal Eve que resultó ser un tal Steve y yo no
lo noté durante dos meses.
- Deje de hablar con rintintín,
comisario y vaya al grano, ¿me va a dejar vía libre para el caso?
- Yo no hablo con perros, y además
mi favorita es Lassie. Ya se ve que usted tiene contacto con ese chucho y no
con la diva canina; esta visto que usted prefiere el género femenino al
masculino por mucho que trata de flirtear con una rica heredera.
Preferí no hacer ningún caso a las
provocaciones del comisario Ballpen y decidí que lo más sensato sería seguir
con el caso hiciese lo que hiciese la policía. No tenía prisa por ver el
cadáver de Edelstein en la morgue, eso podía esperar hasta mañana por la
mañana. Tenía que ver a Marjorie Dugan, que además de todo lo que podía ofrecer
en una noche podía darme pistas sobre la muerte del socio de su difunto padre.
De todas formas, con la muerte de este tipo el asunto se había complicado
sobremanera y estaba claro esto no iba ser coser y cantar sino otro jodido caso
en donde los asesinatos se iban a suceder a la velocidad de la luz y el asesino
podía ser hasta el jodido muchacho que
vende los periódicos. A veces hubiese preferido quedarme en el ejército; seguro
que en Corea los fiambres de los amarillos no dan tantos problemas como los de
los supuestos ciudadanos respetables de Nueva York.
Eran más de las nueve cuando llegué
a la residencia Dugan, el lujoso habitáculo de un familia de ricachones donde
solo quedaba su hija soltera sin otro oficio que dedicarse a las causas
benéficas con la herencia familiar y a tocarme las narices con casos que seguro
que no se resuelven nunca y me dejarán- una vez más- en mal lugar. Toqué a la
puerta y Marjorie me abrió embutida en
una especie de albornoz negro o vestido de noche, no se muy bien lo que era. No
parecía especialmente preocupada e intuí que aún no sabía nada de la muerte de
Moses Edelstein. Parecía una especie de maniquí de tienda andante por sus
movimientos sincopados y artificiales cuando me servía una copa de ginebra. Asemejaba
estar sonámbula o estar siendo manejada por las cuerdas de un marionetista. Al
principio cuando hablaba mascullaba como en sueños y movía la boca como Charlie
McCarthy manejado por Edgar Bergen y hasta que no tomó el primer sorbo de gin
no pareció volver a su ser. Solo me faltaba que fuese una borracha impenitente,
pero pronto entendí que aquellos no eran más que sucios y manidos trucos de
mujer que ya tengo mas vistos que la izada de bandera el 4 de julio. También
consideré que la estupidez de andar con tacones en su casa pertenecía a la
larga lista de tretas femeninas para despistar a detectives privados
mujeriegos, aunque por otra parte yo deseaba ser retado por esa hermosa mujer,
pero todos esos prolegómenos siempre me han resultado fastidiosos.
Rehusé a sentarme en uno de los
aparentemente confortables sillones de la residencia ya que parecería un
estúpido senador entrado en años en lugar de un detective hard bolided con todas las de la ley y preferí permanecer de pié
aún mis ganas de orinar, eso sí dando vueltas como un maldito perro enjaulado
tratando de disimular mi incontinencia cada vez que estoy ante una mujer y
dando la impresión de ser un tipo interesante que anda de aquí para allá cada
vez que interroga a una víctima o a un testigo. A veces hubiese preferido ser
un jodido invertido para no verme en esas situaciones.
- Ya me he enterado de la muerte de
Edelstein, Señor Prewitt. Ha sido una lástima, pero eso ya se venía venir, el
también estaba amenazado- dijo Marjorie con la copa de ginebra en la mano mientras
apoyaba su sensual cuerpo en el borde de una mesa y se daba unos aires de mujer
fatal inéditos en ella antes.
- Llámeme Frank. Dice que Edelstein
estaba amenazado; ¿Cómo es que no me había dicho nada antes, Marge?- dije
mientras trataba de mirar de reojo al hall para ver si el WC estaba cerca y
podía irme corriendo allí en un descuido de Marjorie.
- Pensé que eso no le interesaría,
Frank. A fin de cuentas, yo soy la única que le intereso en todo este asunto,
¿no?- la pelirroja se acercó a mi acariciándome y repentinamente se me quitaron
las ganas de orinar- ni tan siquiera me
ha preguntado de que murió mi padre.
- Los periódicos lo decían claro: un
accidente de equitación.
Marge se alejó ligeramente de mí. De
cerca era aún más bonita, sus ojos azules brillaban como los dos malditos
zafiros herencia de mi abuela que empeñé el otro día para pagar el alquiler de
mi apartamento en la Quinta Avenida, y sus labios carnosos parecían querer
tragarme entero. De todas formas, su pestilente olor a alcohol me decía que
nada bueno podía ocurrir a partir de ese momento. Se volvió para servirse otra
copa.
- Yo puse un cable en la pista para
que el caballo de mi padre tropezase y cayese. Y yo disparé al socio de mi padre hace unas horas-
la pelirroja dio un sorbo a su vaso de ginebra- Debería haberme estado
vigilado, Frank, desde que salí de su oficina.
He de reconocer que ese fue el
momento más humillante de toda mi carrera. Aún no entiendo como se me pudo
haber caído del bolsillo de la gabardina mi fotografía dedicada de Judy
Gartland como Dorothy. Marjorie la miró tirada en el suelo, pero
afortunadamente no hizo ningún comentario al respecto.
- Si, yo maté a mi padre. Nunca fue
un buen padre, ni una buena persona, como usted sabe. Solo se ocupaba de sus
negocios y nunca se ocupó de mi pobre madre ni de mí. El no merecía disponer de
toda esa fortuna que hizo expropiando tierras a humildes granjeros y explotando
a humildes trabajadores
- Marge, ¿es usted comunista?- dije
mientras trataba de ocultar disimuladamente la fotografía con el pie. Todo esto
me estaba resultando embarazoso, no solo era una asesina si no que también
podía ser una rojilla, otra razón para no hacer el amor con ella e irme a casa
con dos palmos de narices
- No nada de eso, simplemente hice
justicia. Pero Edelstein siempre sospechó que yo maté a mi padre y últimamente
me chantajeaba amenazándome con acusarme de su asesinato, además de acosarme
como mujer. Tenía que quitármelo de en medio como fuese y además podría
quedarme también con su participación en la estúpida compañía de concentrado de
tomate. Un crimen por celos podía ser una excusa, el maduro y rico pretendiente
judío de una joven también amada por un detective de pacotilla con
incontinencia y pasión por Judy Gartland. Por no hablar de lo
que sabe todo Nueva York de sus desastrosas partidas de póker y sus citas con
una tal Eve-Steve. El detective mató al pretendiente y extorsionador de su
amada con su revolver- y acto seguido la muy zorra sacó mi revolver de su
albornoz, vestido de noche o lo que fuese. Metí la mano en el bolsillo y saqué
una pistola de juguete con una flecha con ventosa en el cañón, esa furcia
irlandesa me dio el cambiazo el día anterior en mi despacho. A veces hubiese preferido terminar a la hora
que debiera mi jornada laboral y no recibir visitas jodidamente nefastas como
la de Marge día anterior- Balística determinará que fueron sus balas,
Frank.
Pero al diablo con todo, nos besamos
apasionadamente mientras yo recogía mi pistola y la guardaba en el bolsillo de
mi gabardina. La verdad es que besaba estupendamente y ya no parecía importarle
lo de la foto.
- Vayamos a comer algo al Joe´s,
Frank- me dijo
- Mejor a otro sitio
- ¿No me vas a detener?
- Olvidémonos de esto. Tenemos
dinero suficiente para hacer un crucero de placer por el Atlántico. Nadie va a
sospechar de ti como asesina de Edelstein y seguro que los imbéciles de la
fiscalía darán el caso cerrado dentro de nada ante la falta de pruebas y
testigos. Tú dices que Edelstein era el que te chantajeaba y mandaba los
anónimos y yo me cojo la baja ya bien sea por incontinencia o por problemas de
colon. Nos podemos casar en el barco, incluso. Por cierto, estuvo muy bien al
jugarreta de la pistola de juguete, eres una chica muy lista.
- Si quieres, podrías “matarme” con
nueva pistola.
- ¿La de juguete?
-No me refería a esa pero si te hace
ilusión dispararme con la pistola de juguete…
Una chica traviesa, pensé. Llevé mi
mano al bolsillo agarré la pistola, dí al gatillo…y era la de verdad. Tras el
disparo, Marge Dugan yacía en el suelo de su casa con un disparo en el abdomen.
Decididamente, aquellos fueron los dos peores días de mi vida.
EPÍLOGO
Es lamentable comprobar como la
policía y el sistema judicial nortemericano en 1952 se puede tragar la
estupidez de que una mujer se puede suicidar con un tiro en el abdomen. Pero
todo el jodido mundo se creyó que Marjorie Dugan, heredera del imperio Dugan´s
Concentrated Tomato Soap Ltd. se suicidó ante el acoso económico – por deudas
contraídas por su padre, Arnold Dugan- y
pasional por parte del socio del Sr. Dugan, Moses Edelstein, a quien la propia
Marjorie había asesinado unas horas antes con la pistola que había robado al
detective Frank Perwitt el día anterior. Según la prensa Perwitt, indignado,
acudió al domicilio de Marge Dugan a recuperar su revolver y encontró el cuerpo
sin vida de la mujer. Cuando he leído esto en el periódico esta mañana se me ha
quitado todo un peso encima: no decían anda de la foto de Dorothy de El Mago de
Oz dedicada a Frank Perwitt que habían encontrado en el suelo y que podía
haberme metido en un compromiso, al parecer entendieron- así lo he averiguado-
que pertenecía a la propia Dugan ya que la dedicatoria estaba cubierta de
sangre. Tampoco se molestarán en utilizarla como evidencia, un policía la
quemó, no soportaba a la Gartland.
He de confesar que esta vez me salvé
por los pelos. No se si me veré en una de estas otra vez, pero eso es lo que
tiene llegar a la jodida segunda parte de tu vida, que a pesar de que hayas
cometido el error más grave de tu existencia no siempre esa segunda parte puede
ser mala por eso. Por lo menos, te aseguras que no la pifiarás una segunda vez.
Eso sí, me quedé sin cobrar mis malditos honorarios y me temo que tendré que
empeñar algo de valor otra vez aunque, maldita sea, ya no se si me queda nada
verdaderamente valioso. A veces hubiese
preferido no ser real y ser uno de esos jodidos
detectives de las novelas policíacas, ellos siempre tienen más suerte.
NOTA: rayosc no se responsabiliza ni comparte la mayor parte de las opiniones de Mr. Prewitt
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