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Tras
ver Lincoln, último filme de Steven
Spielberg y de nuevo gran acierto del veterano realizador, se agradecen varias
cosas: primero, que esta no haya sido una biografía al uso del mítico
presidente de EEUU Abraham Lincoln describiéndonos su vida y andanzas desde su
infancia hasta su muerte; segundo, que se haya apostado por un enfoque concreto
en un momento y acontecimiento limitado en el tiempo (1863-1865) como fue el de
las vicisitudes para la aprobación de la Decimotercera Enmienda de la
constitución USA que puso las bases para la abolición de la esclavitud en los
albores de la Guerra Civil americana con las consecuencias dramático-narrativas
que eso implica; tercero, que la puesta en escena, con una ambientación,
escenarios, atrezzo y vestuario cuidados hasta el más mínimo detalle (y
siguiendo sin duda las enseñanzas del maestro Stanley Kubrick para hacer un
cine de época creíble como él lo hizo en Barry
Lyndon) apueste por la contención dramática y unos diálogos muy estudiados
en términos y expresiones (y aquí hay que resaltar el mérito de la traducción
española y el excelente doblaje a la lengua castellana) para reforzar el
realismo de la historia; y cuarto, el dotar a Lincoln de un tono político y moral (porque se trata de un filme
principalmente político) perfectamente asumible y reconocible en los tiempos
actuales. Como resultado, en lugar de un tostón de casi tres horas, Spielberg
ha logrado una gran película de casi tres horas que se sigue con interés y sin
ningún golpe de efecto, ni moralina barata, ni concesiones al biopic más comercial, algo
que muchos temían tratándose de este director. Ni tan siquiera se pueda decir
que se un filme demasiado patriótico, como bien se podía temer.
La
película sabe aprovechar al máximo su estilo de “crónica pormenorizada de los
hechos” para ilustrar con todo lujo de
detalle la lucha de Abraham Lincoln por conseguir que la abolición de la
esclavitud se llevase a cabo en la cámara del congreso norteamericano frente a
aquellos que deseaban que la Guerra Civil finalizase antes de la aprobación de
la enmienda y frente a las reticencias y reservas de gente de su propio Parido
Republicano y de la mayoría de los miembros del Partido Demócrata, por
diferentes motivos; y todo ello sin olvidar el retrato humano y psicológico del
que dicen que fue uno de los mejores presidentes de Estados Unidos, retratado
aquí como un hombre perseverante, tenaz, dialogante y con un enorme aplomo,
excelentemente interpretado por un inglés como es Daniel Day Lewis con un
trabajo merecedor de Oscar. El largo e interesante reparto también cumple con
nota muy alta, destacando la veterana Sally Field como Mary, la esposa emocionalmente
inestable del presidente cuya relación con su marido fue enormemente compleja. Puede
que esta película no guste mucho a quienes el cine político no convenza
demasiado, pero su mensaje de esperanza y de apuesta por la lucha frente a las
adversidades es, en estos tiempos que corren, enormemente oportuno.
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