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Nueva
sorpresa proveniente del cine europeo, esta vez en forma de un amargo e intenso
drama ambientado en la II Guerra Mundial que deja al espectador emocionalmente
tocado no ya por la crudeza del conjunto (que es muy contenida y escasamente
explícita) sino por la poco reconfortante moraleja de una historia que muestra
la fragilidad e insignificancia del espíritu humano en situaciones extremas y
enormemente desagradables. Esta coproducción entre Bielorrusia, Alemania,
Holanda, Rusia y Lituania dirigida con clase por Sergei Loznitsa es un filme
austero y narrativamente parco que con una estética hiperrealista muestra el
eterno tema de los desastres de la guerra esta vez desde el punto de vista
humano y centrándose en el drama interno de un joven miembro de la resistencia
bielorrusa frente a los alemanes acusado por sus camaradas y sus vecinos de la
aldea de traidor. La angustiosa presencia de la muerte y un esquivo sentimiento
de culpa en los personajes parecen guiar el devenir de una película que bebe de
Dostoievsky y del drama Shakespeariano y que se consume literalmente en una
historia parece no tener escapatoria.
En
realidad, el marco espacial y geográfico en el que transcurre el filme - una
aldea de Bielorrusia en la II Guerra Mundial- podía ser transplantado a
cualquier otro contexto y el resultado sería el mismo puesto que lo que se
cuenta es algo universal e inextinguible, pero es un hecho que el propio
paisaje de oscuros bosques y el ambiente frío de una pequeña y remota aldea
captado todo con una fotografía gélida y realista es un elemento esencial y
casi un personaje más sin el que este relato no sería el mismo. La primera hora
de la película se desarrolla prácticamente a tiempo real en un extraordinario
uso de la narración cinematográfica, para en el resto de la película ya bien
sea con la narración con elipsis o mediante flashbacks mostrarnos el elemento
clave de la historia, que enfrenta a sus dos personajes principales en una relación antagónica que simboliza el propio
espíritu de la sinrazón de la guerra. Puede que su ritmo mortecino y su
minimalismo narrativo no sean del agrado de todos los espectadores pero la
película triunfa en su propósito de transmitir un mensaje mediante una historia
poderosa y sugerente, algo que desde luego es de agradecer en el cine de
hoy.
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