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Pasan
los años y las décadas y Charles Dickens sigue siendo un filón de adaptaciones
cinematográficas aunque ya pocas grandes historias suyas quedan sin traspasarse
de un modo u otro a la pantalla, como tampoco resultan sorprendentes las
últimas adaptaciones realizadas hasta el momento. Esta suerte corre esta última
revisión de Great Expectations novela por entregas (como casi todas las de
Dickens) publicada entre 1860 y 1861 y que fue convertida en film previamente
en varias ocasiones, la última en 1998 (una versión actualizada dirigida por
Alfonso Cuarón) y la más notable la de 1946 dirigida por el gran David Lean
protagonizada por John Mills Valerie Honson y Alec Guinness. En esta ocasión
Mike Newell vuelve a narrar la historia del joven Pip Pirrin, un muchacho
humilde aprendiz de herrero que de golpe y porrazo se ve introducido en la más
alta sociedad londinense gracias a la herencia recibida por un benefactor
misterioso: una historia de dudas morales, rencillas y venganzas; complicadas
tramas folletinescas con golpes de azar y giros inesperados, y una difícil
historia de amor entre dos jóvenes, Pip y Estella, cuyos destinos parecen
guiados por la fatalidad. Sería injusto no reconocer la habilidad de Newell para
seguir las esencias dramáticas dickensianas en toda la película de principio a
fin así como resulta loable una puesta en escena poderosa y sugerente muy bien
ambientada, pero la película en sí no pasa de ser una adaptación rutinaria que
sin embargo se deja ver bastante y puede resultar estimulante para el público
más joven para que se les pegue el gusanillo de Dickens y de la literatura
realista del XIX (aunque, claro está,
hay mejores adaptaciones de esta y otras novelas del autor para esta función)
No
hay nada que reprochar en unas interpretaciones esforzadas y bien adaptadas a
las características de la obra original, aunque a los jóvenes Jeremy Irvine
(Pip) y Hilliday Grangier (Estella)
carezcan de carisma y a veces de credibilidad. Como de costumbre en
adaptaciones de clásicos, el peso en cuanto a nombres se deja caer en los
personajes secundarios y así nos encontramos con un inspirado Ralph Fiennes
como el inquietante Magwitch y a una un tanto forzada (como casi siempre) Helena
Bonham-Carter como Miss Havisham, uno de los personajes dickensianos más
complejos y curiosos. Una película agradable y honesta pero modesta que sirve
para pasar un buen rato con el relato de uno de los mayores contadores de
historias que haya existido nunca.
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