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Aunque
la intención era loable, en esta película un resultado incompleto e
insatisfactorio ha convertido a una película muy bien planteada y con varios
más que interesantes momentos en un trabajo irregular y mediocre que demuestra
que el cine español aún tiene que aprender para hacer un cine fantástico
convincente, algo que por otra parte ya había conseguido en cintas pretéritas
como El Laberinto del Fauno o la saga
[Rec] pero que en esta ocasión se
queda en un claro y clamoroso quiero y no puedo. Verdaderamente, la pareja de
hermanos directores Alex y David Pastor demuestra ser un tándem prometedor y
con bastantes ganas de contar grandes historias, pero un guión demasiado timorato
y moroso en desarrollar la curiosa premisa argumental de una manera
dramáticamente convincente, echa por tierra el buen trabajo técnico con una
cuidada fotografía y unos sugerentes escenarios virtuales que nos llevan a una
Barcelona de calles y espacios abiertos desiertos a causa de un extraño mal que
ha afectado a toda la humanidad. Una historia apocalíptica que trata de situar
el supuesto comienzo del fin de la raza humana en forma de una epidemia mundial
de agorafobia que obliga a las personas a refugiarse en espacios cerrados
poniendo en peligro su supervivencia y de paso haciendo aflorar sus más hondos
instintos.
La
historia, centrada en las vicisitudes de dos personajes, Marc (Qim Gutiérrez)
un joven que busca a su pareja (Marta Etura) recorriendo las alcantarillas de
la ciudad condal y Enrique (José Coronado) un ejecutivo jefe de Marc antes de
la epidemia que deberá colaborar con este en la búsqueda para garantizar su
propia supervivencia al tiempo que se ve con la obligación de proteger a su
nuevo aliado. La relación de amor-odio y de inesperada colaboración entre estos
dos personajes antagónicos y enfrentados en el mundo antes del extraño preludio
de Apocalipsis es de lo mejor del filme aunque la buena interpretación de
Coronado no se vea correspondida por un Gutiérrez que no destila credibilidad
en ningún momento (a mi me recuerda a una versión descafeinada de Álvaro Amann en Celda 511). La película
tiene sus mejores momentos en los flashbacks que establecen el origen de la
historia y en los compases finales, aunque la un tanto insatisfactoria resolución
final entrega el filme a la mediocridad. Sobra además una violencia un tanto
gratuita que desentona con la pretendida poesía de otras escenas en medio de un
conjunto con demasiados altibajos. Otra oportunidad perdida de hacer un buen
filme fantástico en el cine español.
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