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Con
buen hacer y un cine más que aceptable se ha vuelto a recuperar para el cine el
clásico de la literatura norteamericana firmado por F.Scott Fitzgerald The Great Gatsby, llevado a la pantalla
en varias ocasiones en donde destaca la versión de 1949 dirigida por Elliot
Nugent y protagonizada por Alan Ladd y Betty Field y la de 1974, a mayor gloria de un
inolvidable Robert Redford acompañado por Mia Farrow y dirigida por Jack
Clayton. En esta ocasión el aparatoso y efectista pero original cineasta
australiano Buz Luhrmann (Romeo +Juliet,
Molin Rouge, Australia) -el Ken Russell del siglo XXI- adorna su breve
filmografía (cinco filmes en veinte años) con una nueva e interesante versión
de la novela con una impronta visual deslumbrante y grandgiñolesca y un estilo
narrativo original y verdaderamente logrado, elementos con los cuales el
director y guionista demuestra rehusar a hacer una adaptación fidedigna y
encorsetada del material de partida imbuyendo a una historia ambientada en los
años 20 del siglo pasado un tono estética y narrativamente contemporáneo, algo
parecido a lo que hizo con Molin Rouge:
en ese sentido y aunque la cosa no esté tan salida de madre como en aquel
filme, es cierto que aquí también se juega con el anacronismo y con ciertos clichés de la cultura pop de los
últimos quince años otorgando un cierto tono caricaturesco que puede que no sea
plato para todos los gustos, especialmente entre los admiradores de la novela
original o de las anteriores adaptaciones cinematográficas.
Leonardo
di Caprio es que in interpreta esta vez a Jay Gatsby, el apuesto joven
millonario de Nueva York que a principios de los años 20 es la comidilla de
todo el mundo en la Gran Manzana, un hombre apuesto y elegante que parece tenerlo
todo y que aún aspira más con su ambición infinita. Admirado y envidiado por
todo el mundo, tiene su más file seguidor en el licenciado en Yale Nick
Carraway (Tobey Maguire), quien pronto advierte de la obsesión de Gatsby por
conseguir el amor de la prima de Nick, Daisy (Carey Mulligan) casada con el
millonario Tom Buchanan (Joel Edgerton), un individuo de poco fiar. La
desesperación de un hombre rico y poderoso por no poder conseguir un amor
deseado durante largo tiempo muestra a Nick la débil base sobre la que se
sostiene un mundo de lujo, actos sociales, contactos en las más altas esferas,
multitudinarias fiestas desenfrenadas (con estética de rave en macrodiscoteca y
a ritmo de música House en la película) y aclamación de las masas y pronto lo
artificial y las falsedades serán descubiertas. Verdaderamente, es una lástima
que en esta versión el discurso de la historia y la descripción-caracterización
de los personajes prácticamente queden relegados a un plano secundario merced a
la a veces un tanto cansina apuesta por el aspecto visual del filme, muy
logrado dicho sea de paso con esa mezcla del art decó y el futurismo de los 20
con la cultura clubber del siglo XXI
para mostrar un mundo de ricos petimetres, flappers, gangsters
respetables y en definitiva toda la despreocupación de los felices años 20
visionada bajo el prisma de los 2010. Da la impresión de que Luhrmann da por
supuesto que el público prefiere el espectáculo (musical, acción, algún pasaje
psicotrónico bizarro) a la esencia de la historia, que si bien se mantiene
intacta y es claramente lo que vertebra al filme, no consigue destacar como es
debido. Pese a todo, esta nueva Great
Gatsby resulta una película
estimulante y realizada con oficio y acierto por un cineasta con muchísimos
argumentos pese a sus excesos habituales. Una buena opción para una tarde o
noche de cine si se quiere disfrutar de una entrañable historia contada de
manera poco habitual.
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