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Intenciones
modestas y resultado genial para una pequeña producción que con cierto sabor
añejo al cine de John Cassavettes o al primer Dennis Hopper y con una clara y
confesa inspiración en los atemporales mitos infantiles sureños de Mark Twain
ofrece una sencilla y sugerente historia filmada y narrada con convicción y sin
tontería. Una vez más, nos encontramos con el eterno relato del fin fortuito de
la inocencia en la primera etapa de la adolescencia a causa de un hecho
fortuito pero esta vez narrado con un sobrio estilo realista y con bastantes
(fugaces) referencias estilísticas que van desde Truffaut hasta el cine
independiente de americano de los 90 pasando por el western. Al final, una
estupenda película que deja un más que grato sabor de boca.
Enmarcada en un pueblo del sur estadounidense,
dos muchachos de 14 años Ellis (Tye Sheridan) y Neckbone (Jacob Lofland) ven
como su vida se entrecruza casi casualmente con la de Mud (Matthew
McConaughey), un misterioso forastero que resulta ser un fugitivo huido por
haber matado a un hombre con aparentemente una razón amorosa de por medio.
Tampoco aquí se cuenta nada nuevo (las películas con niños o adolescentes que
tratan de proteger más o menos inocentemente a delincuentes o convictos son
numerosas), pero su tono nada mitificador y poco dado a la sensiblería consigue
ofrecernos una película perfectamente creíble y muy bien trazada como drama. El
mensaje de que la mentira es capaz de pervertir hasta los sentimientos más
puros y que la más mínima infamia es capaz de acabar con las intenciones y los
fines más nobles, es lo que interiorizan los jóvenes protagonistas de la
película, dos chavales con complicada situación familiar (especialmente su
protagonista Ellis) que terminan fracasando al tratar de encontrar redención en
el hecho de prestar ayuda a Mud, un semidios para ellos pero con pies de barro.
Eso sí, la película deja un mensaje final de esperanza que de alguna manera endereza
lo que ya parecía perdido y la reafirma los anhelos de los protagonistas.
Con
el río Missisipi como un protagonista más y una querencia por los escenarios
naturales que es de agradecer, la película se sigue con interés gracias a los
súbitos cambios de registro (a veces intimista, a veces violenta, otras veces con
pinceladas de drama social) y el buen hacer de sus intérpretes, entre quienes
se encuentran además Reese Witherspoon y el veterano y polifacético Sam
Sephard. Diálogos soberbios y lograda factura final para una película que
anuncia un director a tener en cuenta en lo sucesivo, Jeff Nichols.
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