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Hace
tres años, Kick-Ass, dirigida por Matthew Vaughn y basada en el cómic de Mark
Millar y John Romita Jr. se convirtió en una agradable y gamberra sorpresa que
hizo las delicias de los amantes de las parodias, la comedia salida de madre
pero inteligente, el cine de acción y los superhéroes de cómic. Una segunda
parte del cómic original ha sido lógicamente suficiente para generar una
secuela de aquella película, esta vez dirigida también con acierto por Jeff
Wadlow, en donde nos volvemos a encontrar a esos “superhéroes” de saldo que son
Kick-Ass/Dave Lizewsky (Aaron Taylor-Johnson) y Hit Girl/Mindy McCready (Chloë
Grace Moretz) dispuestos de nuevo a defender a los débiles y luchar contra el
crimen con sus mallas de neopreno barato y sus aparatosas técnicas de combate e
intentando como pueden combinar su vida pública como héroes y su vida privada
como estudiantes de secundaria. Dave sigue siendo el chaval friki y torpe pero
idealista de siempre solo que esta vez mejor entrenado y convertido en una
celebridad, dispuesto a formar un peculiar grupo de héroes enmascarados de la
ciudad, mientras que la pequeña Mindy, que es ahora una adolescente, es ahora
más belicosa y sanguinaria que antes (más si cabe), pero duda en si es mejor
vivir como una quinceañera más o como una luchadora justiciera. La gran amenaza
del “cachorro” mafioso Chris D´Amico (Cristopher Mintz-Plasse) -tan torpe y
papanatas como Kick-Ass- quien desea vengarse de Dave por la muerte de su padre
en el film anterior, llevará a Kick-Ass y su nueva y pintoresca banda de
superhéroes caseros a una lucha sin cuartel tan violenta como
desternillante
Esta secuela aunque realizada con más medios que la primera parte, no resulta tan fresca ni afilada como aquella ya que el elemento de crítica social actual si bien sigue estando presente (esta vez la toma con la celebridad conseguida gracias a la absurda presencia viral por internet) esta es de menos alcance, así como aquel espíritu quijotesco de la primera entrega (en donde Kick-Ass era una especie de revisión moderna del inmortal personaje cervantino) aparece en muy pocos momentos en pos de un estilo aún más tarantiniano que en la primera parte y en la puesta por la acción desatada y casi caricaturesca para efectos comediáticos. Persiste el colorista tono de la parodia de los superhéroes del tebeo y la humanización jocosa de los héroes en mallas en lo que es una especie de versión bufa de Watchmen, pero la inclusión de elementos más dramáticos en una historia en donde el drama no es necesario hace un flaco favor a una película que en donde mejor luce es en su tono de sátira. Por lo demás, la omnipresencia de una violencia desatada y casi gore (tratada como una coreografía) a veces se hace algo indigesta no por lo desagradable de algunas imágenes (no obstante algunas secuencias de acción son estéticamente espectaculares) sino por que muchas veces casan bastante mal con ese tono de comedia inteligente que preside la mayor parte de al función gracias a ingeniosos y chispeantes diálogos y ocurrentes gags, algunos escatológicos, eso sí. Jim Carrey, que interpreta al patriótico y bocazas Coronel Barras y Estrellas con su cansino histrionismo habitual, no ha querido participar en la promoción de la cinta por su a su juicio excesiva violencia. Aunque no sea plato para todos los gustos, los que disfrutaron con la primera película y los amantes de los divertimentos gamberros e inteligentes llenos de mala uva, disfrutarán de lo lindo con este divertido “tebeo” trufado de personajes y situaciones bizarras (el nuevo alter ego de D´Amico, el supervillano El Hijoputa y su “ejercito del mal”, la lucha entre los grupos de superhéroes y supervillanos) y ganas de entretener y divertir al espectador
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