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Una
historia que aparece y otra que no. Una película que cuenta algo que es
consecuencia de algo que no cuenta. Una historia de situaciones límite llevadas
al extremo y de casualidades fatales que tejen un alucinante laberinto en donde
la no explicación es lo más fascinante del devenir de una narración magistral. Magical Girl, segundo filme del
madrileño Carlos Vermut, un hombre forjado en el mundo del cómic, y primer
premio en el Zinemaldi de Donostia-San Sebastián ya se ha postulado como la
mejor película española del año. No recaudará ni lo de Torrente 5, ni lo El Niño
ni mucho menos lo de 8 Apellidos Vascos,
pero a Carlos Vermut nadie le va a quitar ni el honor ni el orgullo de haber
dirigido una película que será considerada todo un clásico del cine español.
Así como suena. Un filme enigmático e intrigante que deconstruye el género del
thriller para ofrecer una narración alucinante de engañosa simpleza pero
provista de extraños e inusuales recursos conceptuales para modelar un trampantojo
perverso basado en diferentes personajes cada uno en la más cruel de las
derivas por diferentes circunstancias que de forma fortuita terminan abocándose
en una espiral de situaciones que van desde lo dramático hasta lo inexplicable
pasando por lo violento, lo enigmático, lo bizarro o lo terroríficamente
percibido por el espectador. Porque este es un filme que necesita de la
intuición y la imaginación del espectador para rellenar los muchos huecos que
faltan (casi siempre en forma de hechos pretéritos a la narración) y así
encontrar el sentido a la historia: en un momento del filme uno de los
personajes no puede completar un puzzle porque le falta una última pieza,
inteligente metáfora de la naturaleza de esta magistral Magical Girl.
Sin ninguna concesión comercial y jugando
genialmente con lo experimental desde el punto de vista narrativo y con un
poder de atracción de las imágenes (perfectamente fotografiadas) que resulta
sencillamente magistral en su intento y logro de convertir estampas domésticas,
familiares y cotidianas en escenas inquietantes y provistas de cierto horror
metafísico, Magical Girl no será pese
a todo un film que guste y convenza a todo el mundo e incluso a muchos su
visión se les hará incómoda, pero su solo existencia ya resulta una empresa
loable y excepcional. La premisa argumental nos lleva a la extraña y
desasosegante situación de sus dos protagonistas centrales: por un lado Luís
(Luís Bermejo) un profesor de literatura en paro cuya hija de doce años, Alicia
(Lucía Pollán) amante del manga y el anime japonés agoniza a consecuencia de la
leucemia y que desea casi como última voluntad conseguir un exclusivo vestido
cosplay de un personaje manga llamado Magical Girl, decide llevar a cabo cueste
lo que cueste y a al desesperada el anhelo de su retoña; por otro lado Bárbara
(Bárbara Lennie) una treintañera con evidentes desequilibrios mentales cuto
matrimonio con un psiquiatra comienza ir a la deriva. El fortuito encuentro
entre ambos les llevará a cotas inimaginables para ellos dos saltándose
cualquier norma moral o social en una lucha encarnizada y animal tanto por la
supervivencia como por los seres queridos. A partir de ese momento ya todo se
mete en un confuso túnel donde parecen estar presentes Borges, Iván Zulueta,
Godard o David Lynch (curioso que últimamente los cineastas españoles con
pretensiones se miren tanto en Lynch) y en donde la cosa se ve a punto de
estallar con la irrupción del personaje de Damián (José Sacristán, aportando
todo su gran hacer de legendario veterano) el antiguo profesor de Bárbara en su
etapa escolar que se antoja como la clave de muchos interrogantes. Una película
de exquisita factura técnica, excelentes interpretaciones, sublime tempo
narrativo y momentos memorables con excepcional manejo de lo inquietante y de
la omisión. Carlos Vermut esta llamado
ser un gran cineasta, capaz de dar mil vueltas a Amenabar y otros pseudoestetas del cine de
género español. Imprescindible para todos los amantes del cine.
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