***
y 1/2
Desde
que Borja Cobeaga (Pagafantas, No controles) anunció su intención de
dirigir una comedia sobre un tema tan a priori tan poco susceptible de ser
tratado bajo el prisma de dicho género como el de la negociación gobierno
español-ETA durante el anterior mandato socialista, la curiosidad y las
reacciones de todo tipo se sucedieron. Y el éxito son precedentes en el cine
español de Ocho apellidos vascos
(2013) película de Álvaro Fernández Armero que contaba con guión del cineasta guipuzcoano
(junto con Diego San José) no hizo sino
acrecentar las expectativas de una cinta que de nuevo se iba a adentrar en un
tema espinoso y complejo como es el “conflicto vasco” y en particular en el
mundo de ETA, todo ello efectuado una vez decretado el alto el fuego de la
banda terrorista. No resultaba tampoco especialmente comercial ni tampoco con
enorme potencial cinematográfico la premisa planteada de hacer una crónica
cotidiana (y sin mucho contenido político) de las conversaciones fuera del
estado español entre un representante del gobierno (que en la vida real fue el
controvertido político vasco del PSE-PSOE Jesús Eguiguren) y representantes de ETA como fueron Josu
Ternera y “Thierry” y como era de
esperar hubo recelos extra artísticos de todo tipo, pero Borja Cobeaga ha
superado la complicada prueba con nota y ha sido capaz de ofrecer con un
notable esfuerzo creativo y cinematográfico una inteligente e inusual comedia con tintes de drama trufada de
elementos costumbristas que viene a recalcar lo absurdo de la condición humana
ante situaciones con una premisa complicada en las que cualquier atisbo de
razón y lógica se ha perdido y en las que solo hay espacio para la repetición
de clichés, la actuación a la desesperada e inintencionadamente, a veces el
ridículo. En ese sentido, sin ser intencionadamente ningún estudio psicológico
ni una película intimista, Negociador
resulta un estupendo retrato de los avatares de una persona (el negociador del
gobierno) dispuesta a llevar a buen puerto una complicada y trascendente misión a sabiendas de que se va
encontrar ante algo (alguien) que no solo se lo va a poner nada fácil sino que
su simple presencia ante él le pondrá en una situación humana tan comprometida
como incómoda y por que no, apasionante a la hora de demostrar valores,
sentimientos o simplemente reglas básicas de comportamiento que nos se sabe muy
bien que importancia tienen en un contexto tan extraño como el que le tocará
vivir. Y todo ello contado con una estética y una puesta en escena minimalista
y con un estupendo guión tanto visual como de diálogos.
Borja
Cobeaga optó por no colaborar con Jesús Eguiguren ni con ninguna de las
personas presentes en el secreto y extraño proceso de negociación que tuvo
lugar a finales de la década de 2000 entre el gobierno español y ETA y, si bien
con algunos apuntes periodísticos y crónicas sobre aquellos acontecimientos a
los que tuvo acceso, ha construido un guión que en realidad es una fabulación
de dicho suceso y en el que ha querido recalcar muchos aspectos kafkianos y
absurdos en un proceso de negociación-diálogo que experimentó no pocos
altibajos y situaciones -según los que las vivieron- ridículas fruto de la
visión radicalmente distinta de una realidad. La película además recurre a
personajes trasuntos de los reales: Eguiguren aquí es Manu Aranguren (Ramón
Barea) un político maduro y a vuelta de todo, desmañado y despistado que cuenta
con la ayuda mínima gubernamental en medio de un mutismo absoluto y que se
encuentra en Ginebra en la más absoluta soledad y desconcierto, esto último
acrecentado tras los curiosos encuentros con los interlocutores etarras; Josu
Ternera es Jokin (Josean Bengoetxea) un etarra de la vieja escuela cuyo
desencuentro con Manu se combina con un conato de amistad; y Thierry es Patxi
(Carlos Areces) un dirigente de ETA de cambiante carácter pero preso de su
retorcida ideología. Entre ellos y un esforzado pero superado mediador
internacional (Jons Pappila) y su
diligente intérprete (Melina Mathews) como desconcertados testigos, se da una rocambolesca dialéctica
que toca todos los palos de las relaciones humanas y que demuestra como al final el ser humano logra a
trancas y barrancas imponer su propia condición aunque los resultados no sean
siempre los deseados. La maestría de Cobeaga en la dirección de actores es de
chapó ayudado por la excelente interpretación de un Ramón Barea que pronto hace
que el público empatice con un político voluntarioso y convencido en su noble
causa de diálogo pero cómicamente desastrado, y por un Carlos Areces que logra
su mejor interpretación hasta el momento en la piel de un terrorista tan jovial
como sibilinamente siniestro. Una buena noticia además la de el aumento de
registros de Areces ya que este actor parecía encasillarse sin remedio en
absurdos papeles de friki.
Puede
que el encorsetamiento espacio-tiempo de este filme lastre el resultado de una
película efectiva y diferente. Que nadie se espere un filme político ni una
comedia de risotadas tipo Ocho apellidos
vascos (aunque hay situaciones verdaderamente hilarantes) y ni tan siquiera
que nadie se espere una comedia comercial. Negociador demuestra la madurez ha
la que ha llegado un cineasta como Borja Cobeaga destinado a hacer grandes
cosas (se espera con ansia su adaptación del cómic Superlópez que dirigirá Javier Ruiz Caldera y cuyo estreno se prevé
para 2016) y que de momento nos deja una película de kilates.
No hay comentarios:
Publicar un comentario