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Es
una lástima que uno de los mejores filmes que hay en la actualidad en cartelera
esté pasando con más pena que gloria por las salas y además con no demasiadas
copias en exhibición. El nuevo filme de Paul Thomas Anderson (Boggie Nights, Magnolia, Pozos de Ambición),
uno de los mejores directores que hay actualmente en EEUU, merece sin duda un
mejor trato por parte de su distribuidora española ya que estamos de nuevo ante
otro nuevo excepcional acierto del director que sin llegar a las cotas de obra
maestra de Pozos de Ambición se marca
un filme de bandera donde de nuevo la historia americana se utiliza como clave
para narrar un relato lleno de significaciones. Una fábula sobre el lado mas
turbio del sueño americano y sobre el fracaso de los ideales, ilustrado por la California de
principios de los 70 con el Flower Power, la contracultura beat y el movimiento
Hippie en plena decadencia debido a las contradicciones de muchos de sus
protagonistas y la presencia constante de las drogas que terminaron por ser el
fin en si mismo último para muchos hippies pasados de vueltas. En resumidas
cuentas, se muestra el desengaño tras la década de los 60 representado por la
presión de la administración Nixon y el refuerzo del conservadurismo
estadounidense que desembocaría en poco tiempo en el neoliberalismo de la era
Reagan y todo ello desde una perspectiva no solo desmitificadora de la época
sino con un tono que lindando entre la comedia más gamberra y el drama más
crudo utiliza intencionadamente de manera desaliñada los clichés del thriller y
del cine negro para ofrecer un relato tan atroz como fascinante con una atmósfera y tono narrativo que al
igual que su protagonista podíamos definir de alucinógenos…y porreros.
Si
en Pozos de Ambición, Anderson adaptaba magistralmente a Upton Sinclair, en
esta ocasión el cineasta californiano recurre a las páginas del genial y
enigmático Thomas Pynchon, autor de la novela Inherent Vices en la que se basa este filme y un autor bastante
difícil de trasladar su obra en imágenes, pero el director ha sabido
confeccionar un guión potente y con un tono más narrativo que la novela
original dando al impagable personaje central de la historia, el detective y psiquiatra hippy y
porreta Doc Sportello un carácter de antihéroe desastrado y despistado quijote cuyas
dudosas perspectivas, acciones y puntos de vista condicionan el esquivo e
imprevisible desarrollo de la historia. Joaquin Phoenix, cada vez más
encasillado en papeles propensos al desaliño personal, borda el papel de este sabueso
de pacotilla envuelto en la nube del cannabis que consume y perdido en una
California costera delirante y de circo en donde el sueño indudablemente se
estaba acabando. Spotello, metido en la investigación de la desaparición un
magnate amante de su antigua novia Shasta (Catherine Waterston) verá como la
policía le pondrá una traba tras otra por medio de su amigo-enemigo el teniente
“Bigfoot” Bjorgsen (Josh Brolin) al tiempo que dudará cada vez más de la
honorabilidad de los métodos de los protectores de la ley, se verá envuelto en
confusas tramas de asesinatos, tráfico de drogas, asociaciones de malhechores,
trata de blancas y corrupción, y se meterá inesperadamente de bruces en delirantes
situaciones repletas de personajes estrafalarios que le pondrán literalmente al
límite. Solo el recuerdo de su relación con Shasta parece añadirle algo de
cordura pero siempre con la sospecha de que la joven se traiga algo entre
manos.
La película fluctúa entre los hermanos Coen más iconoclastas,
los comics underground setenteros de Robert Crumb y Gilbert Shelton (en
especial los Fabulous Furry Freak
Brothers de este último), la novela detectivesca de Mickey Spillaine,
Raymond Chandler o Dashiell Hammet, las ocurrencias hippie-fumetas de Cheech y
Chong y algún resabio tarantiniano en los diálogos, pero va mas allá al ofrecer
una película con personalidad propia y perfectamente coherente con sus
pretensiones de desmitificación y de crónica de un desencanto tomando como
principal recurso la exageración y la caricatura. Dotada de un ritmo extraño,
una narración confusa, unos diálogos a
veces enigmáticos y una fotografía difusa y casi flou con un indudable poso
manierista setentero, se concluye pronto que lo que se trata de hacer es
presentar las cosas tal y como las ve su protagonista, es decir, confusas,
inconexas y desconcertantes fruto del consumo de ciertas sustancias: un
hallazgo sencillamente genial. Con un
reparto coral que a parte de los citados incluye a Benicio del Toro, Owen Wilson,
Reese Witherspoon, Martin Short, Eric Roberts, la cantante Joanna Newsom o la
porn star Belladonna y una estupendísima dirección de actores además de todas
las cualidades antes mencionadas, Puro Vicio cumple todas als expectativas de
un buen cinéfilo acostumbrado a historias tragicómicas e inusuales pero con
mensaje de calado. Otro nuevo peliculón de Paul Thomas Anderson
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