****
¿Se
puede hacer un filme de una temática tan insólita como la autobiográfica por
parte de un director o directora desconocido y ser además una gran película? La
respuesta es si y el ejemplo que lo demuestra es esta sorprendente ópera prima
de la joven directora mexicana Claudia Sainte-Luce que se ha lanzado a tumba
abierta con una cinta que recrea con bastantes pelos y señales un episodio de
su vida que le dejó profundamente marcada. Una historia que a priori posee un potencial
dramático cuanto menos dudoso por la ausencia de un esquema
planteamiento-nudo-desenlace propiamente dicho (el nudo prácticamente no cuenta
nada) y por sus peculiares pretensiones intimistas y personales pero que
termina postulándose como un más que correcto trabajo cinematográfico forjado a
base de emoción, realismo y honestidad y todo siempre desde una factura formal
que bebe tanto del cine independiente norteamericano como del cine europeo.
La
cinematografía mexicana otrora fue capaz de ofrecer históricos filmes que se
cotizan entre lo mejor de la historia del séptimo arte (Buñuel en su etapa
mexicana) o que incluso gozaron de éxito internacional en taquilla (Cantinflas)
pero hoy navega en la misma indigencia
que otras industrias cinematográficas latinoamericanas. No obstante, el surgimiento
en los 90 y 2000 de cineastas de vocación internacional como Alejandro González
Iñarritu, Guillermo del Toro o Alfonso Cuarón parece que -aunque tardíamente-
ha influido en una nueva generación de jóvenes cineastas aztecas entre los que
se encuentra Claudia Sainte-Luce, un nombre a tener en cuenta, que no ocultan
su tendencia a una modernidad estilística y temática homologable tanto con las
imperfecciones de un cine independiente con escasez de medios como con los
intentos de desdibujar cinematográficamente las fronteras entre la ficción y el
documental. La película nos muestra unos intensos meses en la vida de Claudia
(Ximena Ayala)-el alter ego de la directora- una joven empleada de supermercado
de la que poco sabemos y con una
existencia solitaria y anodina que tras un ataque de apendicitis de repente
encuentra sentido a su vida tras un encuentro en el hospital con Martha (Lisa
Owen) una madre de familia divorciada enferma de SIDA y con cuatro hijos de
diferentes padres de edades entre los 11 y 23 años. Desorientada tras ser dada
de alta, Claudia accede a la invitación de Martha y los suyos de pasar un día
en su casa desarrollándose a partir de ese momento una entrañable amistad entre
Claudia, una veinteañera solitaria y su
“nueva familia”, un clan que lleva como puede la enfermedad terminal de la
matriarca pero que no pierde en ningún momento el buen humor y las ganas de
luchar. Rodada con un tono muy verista y con una total autenticidad en los diálogos y en los comportamientos de
los hijos de Martha, se percibe totalmente que el filme ha cubierto las
expectativas de su directora, que era la de mostrar con completo realismo y
honestidad un episodio real que le dejó huella. Utilizando elementos tanto
dramáticos como de comedia y por supuesto no pocos apuntes costumbristas, la
película sabe manejar las emociones de una manera bastante honesta y desarrolla
la anécdota de imbuyéndola de valor dramático. Muy bien interpretada- la actriz
que interpreta a Wendy, la segunda hija, es la verdadera Wendy Guillén que
conoció Claudia Sainte-Luce- destacan sobre todo los enormes trabajos tanto de
Ximena Ayala como de Lisa Owen. Una película diferente, que puede resultar un
poco extraña pero que cautiva con la emocionalidad naturalista de su propuesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario