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y 1/2
¿Conseguirá
por fin Leonardo DiCaprio el Oscar al mejor actor? ¿Obtendrá Alejandro González
Iñarritu su segundo Oscar consecutivo al mejor director? Sea como sea, resulta
deslumbrante el nuevo filme del realizador azteca. Basado en una novela de
Michael Punke, The Revenant es una
historia de venganza y odio presentada con todas las características de relato
mítico sobre el manido tema de la venganza con una presentación arquetípica y
muy evidente inspirada en historias mitológicas, leyendas de diferentes
culturas, e infinitas fuentes literarias sobre la materia y en donde en este
último aspecto se pueden ver no pocos elementos shakeaspearianos puestos en
engañosa clave de western. Pero la película no se queda solo con eso ya que
tiene un componente filosófico-antropológico que vertebra completamente la
película y su mensaje y además aprovecha para realizar una clara denuncia al
colonialismo del hombre blanco en EEUU en el siglo XIX y el consiguiente
genocidio a la población indígena y en definitiva a la irracionalidad del ser
humano mostrando un inquietante listado de comportamientos al borde del
salvajismo precisamente en escenarios naturales captados con mimo por la
espectacular fotografía del gran Emmanuel Lubezki que convierte a la naturaleza
en coprotagonista de la película: una elección lógica y coherente ya que lo que
se trata de retratar es precisamente al ser humano en sus más bajas pasiones en
un entorno salvaje y no civilizado como fueron los parajes naturales de Estados Unidos en el XIX. Una crónica humana
y tremendista con ecos dispares de Joseph Conrad, Jack London, Sergio Leone,
Emilio Salgari, Shakespeare o Sófocles.
Glass,
el personaje que interpreta DiCaprio, es el (anti)héroe trágico del relato, un
experto trampero, cazador y hombre de las montañas que junto con un pendenciero
grupo de tipos curtidos en la vida a la intemperie recorre los
inexplorados bosques de Arizona en busca
de pieles y carne para abastecer las fortificaciones militares. Envidiado por
algunos de sus compañeros, admirado por otros y odiado por otros tantos, su
relación con alguno de los miembros de la expedición llega a un punto límite
que coincide con el ataque a su persona de un oso grizzly que le deja
malherido. Bajo la custodia del inquietante Fritzgerald (Tom Hardy), el
adolescente Bridger (Will Poulter) y su hijo medio indio Hawk (Forrest
Goodluck), Glass se bate entre la vida y la muerte pero pronto la codicia de
Fritzgerald dará un terrible giro a la situación. Glass, que se resistirá en
todo momento a morir no tardará en encontrar motivos de odio hacia Fritzgerald
que en realidad son una proyección de su propio odio al ser humano. Violaciones,
muertes, mentiras y traiciones envuelven una historia en donde vemos a un héroe
que lucha denodadamente por su supervivencia valiéndose de los recursos que la
naturaleza pone a su disposición mientras que al mismo tiempo asiste al poder
devastador del ser humano en todos los sentidos, una fuerza que parece
destruirlo todo. Hermosas pero inquietantes escenas vespertinas y nocturnas
rodadas en auténticos parajes naturales de espectacular belleza (y sin utilizar
luz artificial en el rodaje) son el escenario de una historia cautivadora y
atrayente como pocas y que triunfa en su no poco ambicioso intento de mostrar
la relación del hombre con la naturaleza y los supuestos efectos devastadores
que una vida salvaje puede tener en el ser humano (¿o es el hombre intrínsecamente un ser salvaje?). Al final,
un mensaje claro: el odio y la venganza son fuerzas primarias mucho más que
destructivas. Una seria candidata a triunfar en la noche de los Oscar en donde
ambientación, puesta en escena e interpretaciones también brillan con luz
propia. Tal vez su larga duración sea un lastre, pero son tres horas de cine
muy bien aprovechadas.
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